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Otros (2005-2023)>
Conjuntos de poemas o poemas sueltos aparecidos en diversas publicaciones.
NO
voy a tener un coche ecológico
no
voy a tirar menos de la cadena del wáter
no
dejaré de contaminar los ríos
ni apagaré el aire acondicionado
ni desenchufaré la nevera
ni diré menos mentiras
la tierra
que desaparezca poco a poco
tan lento como cae una noche
en el más profundo de los abismos
no ceder el asiento
no tener cuidado con los niños en la calle
en el metro
en los parques
en las escuelas
qué el dolor curta sus huesos como al mármol
no
daré limosna al mendigo
no
visitaré al enfermo
y el preso
puede morir entre barrotes sin que me perturbe
yo
tendré un bosque y una casa en medio
–por fuera piedra fuerte por dentro madera–
cubrirá todas mis necesidades perniciosas
la habitarán mis mujeres y mis hombres
algunos de ellos transexuales
todos serán mis esclavos
todos serán jóvenes y bellos
cualquiera que se asome sucumbirá a mis caprichos
andaremos desnudos en verano y cubiertos en invierno
tendré animales perros gatos cabras caballos
agotaré la riqueza de la tierra de mis hectáreas
succionaré toda la savia de sus árboles
comeré todos los seres vivos que la habiten
me llevaré mi tierra conmigo cuando muera
mi especie de consumidores salvajes
no
no voy a hacer bondades
no
no voy a ser el ángel blanco que toca el arpa
seré el diablo desnudo y rojo que agoniza y vive para siempre
"NO" es el poema fundacional del Cornelismo, movimiento que fundé en Barcelona y que desarroyé en París, pero que también tuvo presencia física en México y Chile, gracias a la colaboración de simpatizantes que realizaron actividades en dichos países.
"NO" ha aparecido publicado en:
- Simiostein (Barcelona, 2009)
- Fuego Del Fuego [Blog] (Francia, 2011) / Edición bilingüe (francés-español)
- 2+ (Barcelona, 2020)
- Fuego Del Fuego Poèmes d'Amérique Latine (2023) / Edición bilingüe (francés-español)
CREO en la extinción de mi especie
CREO en su inminencia producto de nuestra humanidad que cuelga de cada uno de nuestros poros
CREO que crece como semilla en tierra fértil mi humanidad hermosa, introduce sus raíces en mis músculos y levanta la cabeza
CREO en mi poder de destrucción que hace polvo lo que roza, que transforma la montaña en desierto, el desierto en valle, el valle en quebrada, la quebrada en taza, todo lo que es en otra cosa
CREO en la supremacía de nuestra capacidad de destrucción frente a nuestro poder de regeneración, simbólico y obsoleto
CREO en los siglos, en los que hemos andado como una gran familia extendiendo nuestra humanidad hacia este presente sin mañana
CREO en nuestra autodestrucción que recorre nuestro cuerpo como otra sangre, corroe nuestras venas y nuestro entendimiento, estuvo y estará delante de nuestras narices como zanahoria que nos guía de la mano hacia el alegre desenlace del vacío
CREO en la insatisfacción que ilumina nuestra piel como el primer alba del verano, que impulsa nuestra agenda y nuestros cuerpos que no hacen más que moverse en búsqueda del fantasma huidizo del gozo
CREO en el gozo que no alcanzo
CREO en el gozo que siempre está en la otra esquina
CREO en mi necio tesón de perseguirme la cola
CREO en la frustración que el fracaso trae como flor en la solapa, viste traje, huele a perfume y cuando se sienta en mi sala pone su flor insípida en mi regazo, que tardará tres días en despejar su aroma
CREO en los sentimientos más oscuros que la olla de nuestras entrañas cocina
CREO que son el propulsor de nuestros días y nuestras noches, que nos impulsa a actuar, interactuar precisamente, a buscar e ir regando nuestra humanidad por donde vamos, el halo
destructor que alimenta la Tierra
CREO en las consecuencias, siempre en las consecuencias, externas o internas que devoran todo, nosotros incluidos
CREO en el horizonte sin mañana
CREO que es el nuestro, un presente sin camino del que no hay escapatoria
CREO en un planeta sin humanos, sin nuestro bien ni nuestro mal, sin nuestro pensamiento que dibuja un esqueleto o una estructura para cualquier cosa
CREO en el mundo del más allá, sin nada, absolutamente nada parecido a un esqueleto o una estructura que podamos siquiera imaginar
CREO en la verdad de la mentira
CREO en la mentira de la verdad
CREO en la mentira suprema y en la verdad suprema
CREO en la gran mentira que desayunamos, almorzamos, cenamos, que caerá tan suavemente como una pluma cuando no estemos más
CREO en la gran verdad que es suya, tuya y mía, también de ellos
CREO en el final
CREO en que debemos acelerarlo
CREO que es mejor antes que después SIEMPRE
CREO que SIEMPRE para nuestra especie no hay
CREO en las posibilidades personales, particulares, privadas y domésticas que todo ser humano posee para destruir su entorno y su vida
CREO en el papel, en el plástico, en las nuevas tecnologías, en el móvil, en las baterías, en las licuadoras
CREO en los vestigios arquitectónicos de hoy y de mañana
CREO en los vinilos, en los cds, en los cassettes
CREO en los objetos, en el consumo, en la publicidad, en la televisión, la radio e Internet
CREO en la humanidad de querer y tomar lo que se quiere
CREO en el deseo de tenerlo, probarlo, conocerlo, saborearlo, vivirlo, ostentarlo, exprimirlo, consumirlo todo
CREO en el spam y en el virus
CREO en la humanidad natural, libre de prejuicios ni trabas
CREO en la expresión sincera de la humanidad, auténtica y sin complejos
CREO en la entrega en cuerpo y alma a esa humanidad, en vivir la vida más humana y consecuente que podamos, en la felicidad, despreocupación, tranquilidad, la ALEGRIA de ser humanos como la belleza de los listones en los cabellos que el viento agita
CREO en todos los sentimientos y sensaciones, en todas las reacciones que producen, que condujeron, conducen y siempre conducirán hacia nuestra desaparición como el último calor de la hoguera y su humo que asciende para mezclarse con la nada humana que es el otro todo
CREO en la Gran Fiesta de la vida, mi primera, única y última entregada a concretar la promesa del vacío que el humano se lanza a la cara
CREO en la Gran Fiesta del Final, la más tropical, la más hardcore, la más rock’n’rollera, la más folkclórica, la más soul, la más pop, la más trap, todos unidos gritando por la noche eterna, por el silencio perpetuo
CREO en la Naturaleza, Rey y Reina del Kaos, que vendrá a poner orden de un solo golpe en la nuca de nuestro pensamiento, se levantará como una ola, como el monstruo de la gran montaña que sale del lago
CREO en Cornelio, el Simio Pensante escogido, salvado del laboratorio del Doctor Argelino Abdelhamid Laarej, sabio y mártir de nuestro desenlace, que aguarda protegido por Cornelistas Elegidos su momento, en que echará a andar libre por fin, aún más libre que la libertad conocida, que la libertad que no logramos concebir ni imaginar siquiera
CREO en el semen precioso de Cornelio, que regará los coños de las monas más fértiles y darán a luz la Especie Nueva
CREO en la Especie Nueva de Simios Pensantes que vendrá de las barrigas de todas esas monas preñadas pelirrojas, negras, rubias, blancas, castañas, marrones, amarillas
CREO que lo que hagan ellos con el planeta que dejemos es asunto propio de monos
CREO en la esperanza del final
Por los siglos que nos quedan
Que así sea
Yo creo es un poema-manifiesto aparecido por primera vez en el segundo fanzine cornelista, aparecido en 2011, en formato pdf.
Yo creo ha aparecido en:
- El Cornelismo Internacional (2011)
- Fuego Del Fuego [Blog] (2012) / edición bilingüe (francés-español)
- 2+ (2020)
- Fuego Del Fuego Poèmes d'Amérique Latine (2023) / edición bilingüe (francés-español)
Se trata de dos poemas que publiqué en el apasionado y extinto proyecto La Fanzine, publicación de literatura editada por Adriaba Bañares y Pat Maestro. "Hoy intento decirte algo..." es un texto que integra el libro La trilogía del deseo, también titulado Tres formas de perder la cordura y El conejo del sombrero. En todo caso, se trata de un libro escrito en la primera década de este siglo, que sigue inédito.
*
Recuerdo coagulado,
el viento
no despierta.
El viento
ha recorrido todo, lo recorre:
el pasto del cementerio, de la palabra,
la palabra descoagulada pero
inmóvil, entre mi cuerpo y el de ella.
Mira el sol coagulándose, la tarde
coagulándose como una herida en mi cráneo,
la palabra que soltó y que no llega. Ella sentada en el pasto,
hojas pequeñas en el pasto, hojas pequeñas
y mohosas. Tanto tiempo leyéndote poemas,
pienso, dos romances tuyos entre tanto, tu viaje,
un romance mío, para hoy
sentarnos sobre un recuerdo coagulado
en un cementerio
donde los ojos son siempre de cemento,
aunque venados pasen y se rían de tu blusa desabrochada
y de mis besos avergonzados ante los muertos.
Si me preguntas te respondería que sí,
que en verdad quiere decir no o no sé.
Recuerdo coagulado, el viento
y la tarde,
mientras paso por el parque cementerio
camino a casa
y veo dos personas coaguladas,
una sentada frente a otra,
y comienza mi transformación en venado,
augurio de nuestra desventura.
*
Hoy intento decirte algo
pero no estás aquí, no puedo.
¿Cómo te ha ido?
Tu apartamento
guarda olores infinitos (lo sabes)
sabores
y colores de los más diversos. (¿Lo sabes?)
Tengo que decirte algo.
Mentira. No te lo diré.
Por ejemplo, esas flores de tu ventana.
En sí un detalle cualquiera, un detalle lineal
que produjo en mí
la idea de tu compañía
como lo que yo buscaba.
Pensé que sentías por mí
desde la primera vez que quedamos.
Lo recuerdo, dije esto.
(En verdad quería decir otra cosa)
Todo entra por los ojos.
(Lo dije por decir)
Tú me miraste con los tuyos
abiertos, muy abiertos, pero a la vez
como si no hubiese dicho nada.
Todo entra por los ojos
repetí, luego viene el tacto
y después el olfato.
(Y esta vez sí sabía lo que decía)
Tus medias eran verde oscuro.
Las recuerdo sobre el mueble
frente a mí y muy cerca.
Tenían rayas amarillas
y dibujos
que de tanto en tanto las poblaban.
Todo pasó a segundo plano
cuando resulté acariciando
tus pies sin medias.
Está documentada muy bien en mi memoria
la penúltima vez que nos vimos.
¿Cómo no pensar lo mío?
¿Cómo no pensar que esperabas
que pasase de tus pies
a tu sexo? (No me precipité).
En la última cena
partimos el pan,
le pusimos tomate,
aceite de oliva, chorizo.
Acompañamos todo
con un exquisito vino tinto.
Una simple pero apetitosa cena de despedida.
La última cena fue ayer y aún conservo
el olor de lo que hice
en mis manos.
Me robé tus media.
(No te lo diré)
La encontré en el baño,
en el bote de la ropa sucia.
(Nunca más la encontrarás)
NUNCA.
(RISAS)
(CARCAJADAS)
Un poema que incluí en El conejo del sombreto, libro de poemas inédito que finalicé en la primera década de este siglo y que apareció en dos números 4: el de la Revista Groelandia, dirigido por Ana Patricia Moya (58 p.), y el de La Fanzine, dirigido por Patricia Maestro y Adriana Bañares (37 p.). Incrusto el video que realicé sobre este video en aquellas épocas cuando portaba otro título más largo aún.
La belleza vino
pero después
e igual la desvestimos
como a plátano de otra isla,
hinchado y deforme,
que nadie quiere pero tú sí,
pero yo sí. Vino.
Recuerdo. Recuerdas.
Al principio era sólo deseo,
perversión,
depravación al gusto. Remover.
La belleza,
mientras removías mi vientre
y lanzabas tus palabras,
mis palabras en ese momento, vino.
Y salió un geranio de tu boca. Y
aplaudieron todos los presentes,
incluso el señor más dormido.
Logré así, en esa posición, ver
tus pulmones
tan azules como manos sin guantes
en invierno después de lluvia,
tu esófago tan ca rra te ro so,
tu garganta que
cuando vibra abracadabras
bota pecanas,
almendras
y maní.
El año 2010, decidí publicar un poema que había escrito a inicios de la década "La casa en la playa que construimos". Apareció, entonces, en algunas revistas digitales y blogs como en Diario de una poeta mala (Argentina, dirigido actualizado por Leonor Silvestri), Revista Groenlandia (España, dirigida por Ana Patricia Moya), Amorarnos, Revista Espiral (México). la gran mayoría extintos en la actualidad. El único testimonio que, por el momento, conservo es una foto de la expo-publicación Bicente CHILE-BCN/Muestra poética Chile-Barcelona 2010 (sí, asistí como poeta invitado) celebrada en el Convento Sant Agustí de Barcelona.
La casa en la playa que construimos
vuelve a ser
la misma casa olvidada que dejamos en el desierto.
Hoy lo pensé de nuevo mientras caminaba
de la carretera
a la orilla.
El mar es hermoso.
El horizonte enceguecedor.
Pierdo la vista donde van a parar las gaviotas,
los pescadores con los delfines,
las intenciones.
Puede parecer extraño,
pero introducir las manos en la arena tibia
es como introducir mis manos en mi memoria.
A pesar de todo,
te podría decir que
se conserva como la dejamos:
las paredes siguen siendo blancas
y las cortinas trasparentes continúan ondeándose
al compás
del viento.
El viento abre y cierra las puertas,
las ventanas rotas, a su antojo; los cristales lo hieren
pero necio vuelve a levantar la arena que se cuela
por la cerradura.
Nuestro espacio sigue en el rincón cálido de la casa,
pero una capa de arena lo cubre,
así que me cuesta encontrar
el rincón cálido de la casa.
Entonces saco las manos de la arena,
y vuelvo a mirar el horizonte.
Cuando se hace de noche y todos regresamos
yo miro el desierto. El viento es duro,
y despierta y mueve las dunas
como gigantes sonámbulas.
De lejos la casa se ve casi transparente,
pero no lo es, sigue allí.
(Me pregunto quién de los dos
estará ahora). Es cuando una duna
con vestido largo pasa bailando y dando vueltas
frente a casa. Es un espectáculo enternecedor.
Pero el viento azota.
Algún día introducir las manos en la arena tibia
será
como introducir las manos en la arena tibia.
Estos textos pertenecientes a la tercera parte de Trilogía del deseo o Tres formas de perder la cordura, libro de poemas escrito y acabado en la primera década del siglo que corre, aparecieron en el N° 11 de la revista Pliego Suelto (32 p.) de Barcelona.
*
Pequeña virgen,
niña de 13 años,
tu amante entró por la ventana y agitó sus alas,
y de este modo levantó tu cabello reposado.
Tan pronto y lo has despertado;
él vino como si todo ya hubiese sido dicho
antaño.
Tan pronto
y cargarás
con el perdón del mundo en tu barriga.
¿Cómo lo soportarán tus piernecitas?
Tu felicidad
dará luz tu fruto venenoso. Pero
todo sea por mí,
y por mí,
y por mí,
y por mí.
Tu temor inicial se convirtió en calma
cuando aceptaste ceder a todos sus caprichos.
Y el placer se guardó en una celda
a la que acudes todas las noches
desde que él
te abandonó.
Desde que leí tu historia en el diario,
no puedo dejar
de pensar en ti.
*
Virgen de los 6 senos,
tu boca es el vaso milagroso
que va goteando vino y nunca se seca.
De cada seno bebe un niño
y el tuyo, y sólo el tuyo, bebe de tu boca.
Ellos son los 7 adanes
y tú
la única Eva.
Mujer de la corona de oro,
una noche me pariste
y a mi padre y a mi madre,
una noche salió mi linaje entero de entre tus piernas
y poblamos el mundo como una inundación y en cada rincón
te adoramos.
Madre de la corona de oro
e incrustaciones de piedras rojas,
danos hoy el pan y el vino para saciarnos.
En el momento de la digestión,
como bestias salvajes dormiremos
en el campo, pensando estar en tu regazo.
No nos despiertes, madre,
con tus abrazos.
"Primera comunión" es el poema de apertura del libro que escribí en la primera década de este siglo, titulado Tres formas de perder la cordura o Trilogía del deseo y que se concerva inédito. Lo publiqué en Masculinidad-es, blog ya desaparecido de Leonor Silvestri.
Puedo recordarlo:
perdí la virginidad a los seis años;
aunque todo se me presenta muy confuso.
A esa edad no eyaculo,
pero tenía vulva y pene,
pecho y seno, mordisco,
ombligo y sonido;
además dedo para escarbar, ver.
Sin embargo,
cuando me preguntaron
si era virgen, les respondí que sí.
Entonces un ángel con una espada
se apareció entre todos
y me partió por la mitad.
Tuviste razón, nunca te he olvidado,
y si hubiese tenido la mínima idea
de que eso
también existía,
lo hubiera hecho.
Los niños en el sexo son como las palabras:
nacimiento y muerte.
La revista boliviano-chilena Mar con soroche, seleccionó un par de textos de Trilogía del deseo o Tres formas de perder la cordura, que por el 2009 llevaba el título de El conejo del sombrero, libro escrito y finalizado en la primera década del siglo que corre.
Vir-
gen,
ho-
yo
AMURALLADO,
BAJA la PUER-
ta y
deja
en-
trar
a los
cruza-
dos.
Cuando estés con las piernas abiertas,
llámame.
Deja la puerta sin candado,
la ventana
y el cajón
donde guardas tus tesoros
más insignificantes.
Quiero doblarte como un dedo que señala y se equivoca,
como un puño que se aplasta en tu memoria,
como tu memoria cuando duermes boca abajo.
Abajo
Que tus murallas no sean rodillas
que separan una vida de la otra,
en un cinturón
de río
y cocodrilo.
Poemas aparecidos en Los Noveles 37 que forman parte de un libro de poemas que escribí en la 1° mitad de este siglo y que continúa inédito.
Canto 6
A las 6 de la tarde
pariste
según la cábala del Dr. Sperelli.
Anoche lo descubrimos
y los ojos se nos llenaron de lágrimas.
Según nosotros, habíamos dado con el momento exacto
en que comenzó la civilización occidental.
Luego nos embriagamos
y nos poseímos.
En el momento post-coital
cuando mi amado sardo hacía más lenta su respiración y
de tanto en tanto tarareaba versos
en algún durmiente idioma extranjero,
mirándolo, pensé en ti.
Novia del hombre,
con tu vestido gris y sucio bajaste de tu burro
como de una calabaza. Tu marido te ofreció su mano
como si fuese cama. Y tú quebraste sandalias de cristal
hasta llegar a tu trono.
El padre te preguntó si lo amabas
y a él también.
Prometida de los hombres, recibe el terror de las palomas
y el olor a caca de oveja
como sacrificio.
Él nunca te poseyó
pero te convirtió en acertijo.
II
Cuando estés con las piernas abiertas,
llámame.
Deja la puerta sin candado,
la ventana
y el cajón
donde guardas tus tesoros
más insignificantes.
Quiero doblarte como un dedo que señala y se equivoca,
como un puño que se aplasta en tu memoria,
como tu memoria cuando duermes boca abajo.
Abajo
Que tus murallas no sean rodillas
que separan una vida de la otra,
en un cinturón
de río
y cocodrilo.
(Cinco)
Aquel sonido espeluznante
una y otra vez,
una y otra.
Luego,
la caída de la pluma más pesada,
abrupta,
precipitada,
de los deditos de tu pie
al suelo, la uña.
Lo que cuenta es lo que se interpreta.
Yo interpreto de tu limpieza
un ritual, el
(Seis)
Pie,
pedazo de carne y hueso.
Piedazo.
Piedad.
Portazo.
Diste un portazo tras de ti
y en mi cuarto quedó
eco.
Preciado cuero dentro de tanto cuero:
una bolita de tipo militar con pasadores oscuros.
Pierdón.
Perdón.
Pero ya te habías ido.
Una puerta.
Dos puertas.
5 segundos.
Primer portazo. Segundo.
Uno fuerte, otro leve.
Yo me quedé inmóvil
viendo tus pies sosteniendo tal escándalo.
Palabras y gritos que no entendí
hasta que te vi,
pequeña, en la vereda,
desde mi ventana, de espaldas,
corriendo con tus pies como dos hormigas.
Pierdón.
Prometo
Priecaución. Pero ya no estabas.
Uno tras otro
y otro delante de otro,
pie encabalgado hasta la calle,
escalón tras escalón.
Golpes secos en la escalera.
Rápido, fue rápido.
3 escalones por segundo.
No me dio tiempo ni a encender un cigarrillo
y pensármelo bien eso de ir tras tus pasos.
Pies sumidos en la confusión.
Presumidos.
Marcharon,
tú y ellos, ellos contigo. Frío inevitable.
Tú llevabas un abrigo hasta la rodilla,
ellos medias gruesas color beige y cuero, mucho cuero.
Vestimentas necesarias para
la imprevisible lluvia de otoño.
Ahora que llueve,
escribo. ¿Dónde andarás
pisando charcos, desparramándolos,
o salpicando transeúntes
que esperan en las esquinas?
¿Hasta dónde huirás,
hasta dónde
con tu castigo?
Tu castigo es el mío.
Pierfecto.
Cumplen tu cometido.
En el blog El rincón del diablo (Perú) apareció "III" un texto de "De lo amado amo los pies", primera parte del poemario inédito Trilogía del deseo (sí, me gustan las trilogías) que escribí durante la primera década de nuestro siglo y que se mantiene aún inédito.
III
Pies pequeños.
Pies de niño.
Sin heridas;
sin lados duros.
Suban y bajen de los toboganes.
Suban y bajen del sube-y-baja.
Suban y bajen de los columpios.
El parque.
En el parque había un laberinto.
No era muy grande,
pero algunos niños se perdían.
Yo me perdía con ellos. Entonces
cuántos pies enterrados en la arena, protegiditos
como si ocultásemos
alguna cosa.
Al final de la tarde
llegaban los padres,
los hermanos,
las niñeras.
Qué fácil lo quebraban todo
con sus coherentes palabras.
Todos nos encontrábamos.
Todos nos despedíamos.
Pie de niña.
Pie de niño.
Y pensar que una vez serán tan distintos
y ahora son tan iguales.
¿Cómo poder mirarte
sin sentirme abochornado?
Vieja insolente,
histéricas madres y padres cornudos,
parejitas de universitarios
que vienen a mejor pasar sus horas, ¡largaos!
Déjenme disfrutar
del mejor momento de mi tarde.
Esta tarde,
en este parque,
también hay un laberinto.
Sus paredes son tan delgadas,
tan transparentes,
que podría atravesarlas sin ningún apuro.
Salir es fácil.
Entrar es fácil.
Llegar al centro,
no.
Cuerpos infantiles es un conjunto de poemas escrito a finales del siglo pasado, cuando aún vagaba por las aulas y pasillos de letras de la PUCP. A estos textos, añadí "Un poema casi desencajado", escrito ya en Barcelona a inicios de este siglo. Los publiqué en la revista digital La Siega, que dirigí desde 2004 - 2011.
Cuerpos infantiles
Cuerpo de embudo.
Niño embudo.
No llames tanto ni grites
que todos están dormidos;
ya nos dejaron solos.
Hasta la penosa sombra se ha perdido
en toda esta inmensa sombra.
No te pares detrás de las puertas a esperar,
ni me busques con tus brazos levantados.
Niño embudo,
es mejor que duermas.
Pero cuenta buques pero con cuidado.
Recuerda que el tigre aún duerme
detrás tuyo
y el lobo aúlla tus palabras
lejos
siempre
a estas mismas horas.
a Rocío Burga
Siete y treinta
que el día como un cono
que los dibujos que dejaste sobre mi pared
tan temprano.
Tu cuerpo transparente que camina que corre
que ríe a un lado en el desierto de mi rodilla;
y tal vez de mi rodilla.
Caza mariposas
tu sombra desnuda
o la catarata que ordena las palabras
que hablan de cualquier cosa
menos de ti,
porque eso son cosas de adultos,
de adultos lanzados de los puentes en línea.
En el barranco hay un puente
y una calle
Samuel Márquez
Siete y treinta (Domingo)
ha de estar durmiendo
y su sombra con las mariposas,
su cuerpo vestido de mariposas.
El niño,
no cualquier niño
sino él, se lamenta.
El niño ojo de horizonte detrás de la ventana.
-Esta ventana no conduce a nada- se dijo cuando niño.
Y mamá que salió con su pierna
a decirme mira lo que hace papá, niño.
Tú no lo entiendes desde luego,
porque aunque no entiendas
sólo quieres mirar por la ventana.
Hace frío.
Todo se ve como antes:
la casa en el tercer piso, risas
de la puerta de mamá para este lado,
para el suyo no lo sé.
Es tarde y no creo que mamá venga.
No solo el frío quiebra los huesos.
Me lo comentas a mí,
niño.
Hay veces,
hay voces,
hay vacíos que guardan
y que aguardan.
Hay veces en las voces vacías,
y mujeres que duermen con sus vacíos
y que luego van al mercado al despertarse
y se llevan a los niños a menudo.
Hay mercados vacíos también:
personas inmóviles con sus cuchillos bien afilados,
un poco de vacío para el almuerzo pediría yo,
pero ella pide pescado.
La noche,
la luna, la ventana,
y la ventana que se tragaría la noche
la luna si por mi fuera.
Una ventana vale más que un faro,
y un faro sería más revelador
si en vez de luz
tuviese un grito dando vueltas.
-No se alza la voz en la mesa.
Como todas las noches,
hay que respetar al difunto, pienso.
-¿Me pasarías la lechuga para que todo
esté
perfecto?
Si supieras que ni me gustas, pescado,
que sólo te incrusto el cubierto porque
quieren los grandes, entonces
sentirías más triste tu muerte (supongo)
y la de los tuyos (también lo supongo).
Diría que saliste temprano, a jugar no sé qué cosa,
ni siquiera supiste de la red que te arrastraba,
aunque los que queden griten, tú
ya estabas perdido.
Hubiese sido mejor hacerle caso a tu madre,
¿tú qué crees?
Pero en todo caso, pescado,
no tiene verdadero caso
ahora.