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Montserrat Rojas Corradi | Performance del grabado de Francisco Copello: entre historia, política y omisión
“El arte ha demostrado que la exploración no está encerrada solo dentro de los
límites de la memoria, sino que otras operaciones de recuperación
estética de la dimensión biográfica son posibles.”
- Beatriz Sarlo
El interés por la obra de Francisco Copello (1938-2006), en la medida en que está creciendo, va impulsando a su vez investigaciones que ayudan a comprender la magnitud de su propuesta artística. No se trata de una labor fácil. A la prácticamente inexistente literatura sobre su obra, se suman una serie de factores que desglosaremos en este trabajo pero de los que nos gustaría destacar, desde ya, el traslado o movimiento que realiza del grabado convencional hacia la fusión de disciplinas que le permiten concebir lo que llamamos la performance del grabado o grabado performativo. Sea esta o no la principal causa, lo cierto es que el trabajo de Copello no se ha logrado insertar hasta ahora en la historia del arte chileno y, por lo tanto, no ha sido pensado desde ese lugar.
Para entender la propuesta de este artista tenemos que referirnos a las tensiones y conflictos surgidos de la Revolución Cubana (1959) que influyen política, social y, desde luego también, artísticamente en todo el continente americano. En lo que se refiere a Chile, dos años después de la Revolución, el presidente John F. Kennedy plantea el programa Alianza para el Progreso que pretendía dejar sin argumentos a los partidos de izquierda, gracias al financiamiento en los sectores de salud, economía y educación, y, de esta forma, contrarrestar el influjo de la Revolución y las reformas agrarias de corte izquierdista que comenzaban a prosperar en el continente. En el mundo del arte, surge entonces una fractura que divide a los artistas y los posiciona a favor o en contra de la acción estadounidense. Como resultado, se genera una contracultura del arte pop en la que existen, según la teórica Marta Traba, varias expresiones del arte en América Latina: el expresionismo abstracto, la nueva gráfica, la figura simbólica, el informalismo (Traba, 1994) y habría que incluir el conceptualismo que desarrolló el uruguayo Luis Canmitzer con This is a mirror, You ate written sentences (1966) o el brasileño Cildo Meirelas con su Inserções em circuitos ideológicos - projeto Coca-cola (1970) (Vindel Gamonal, 2008).
En Chile, encontramos a artistas que reinterpretaron el grabado, como Guillermo Núñez, Nemesio Antúnez, Eduardo Vilches, desde la influencia del arte popular de, por ejemplo, la Lira Popular (1866-1930)1. Esta representa la convergencia y síntesis de formas de expresión de la cultura campesina con la reproducción y circulación de la palabra escrita, dando tribuna a la poesía popular en formas de impresión de estética moderna. Los grabadores chilenos mencionados se influencian de esta manifestación y la actualizan esta vez en el ámbito de la Reforma Agraria bajo el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. En este contexto, Francisco Copello, artista formado como grabador en la escuela de arte en Florencia, Italia, y que formó parte del grupo de artistas invitados a la Bienal de São Paulo de 1973, pasó desapercibido. Para extraerlo del lugar de los artistas “desconocidos” de su época, es que se plantean los objetivos de este trabajo que no pretende ni ser principio ni fin del estudio crítico sobre este artista, más bien proponer pistas e insertarlo en el ámbito del arte en la década del 60 (y en adelante) que recoge toda la influencia del arte pop surgido a finales de los 50, con su visión y postura superficial ligada al capitalismo y consumo pero que en Latinoamérica se transforma en una herramienta de resistencia, de lenguaje político y masivo (Vindel Gamonal, 2008). Con esta intención, vamos a plantear un acercamiento a su obra desde diversos frentes: una lectura de su biografía para entender su evolución artística que nos permitirá, por su parte, realizar un análisis del grabado geométrico así como de su grabado performativo y plantear algunas hipótesis sobre las causas del olvido y silenciamiento de su obra. En este análisis, recorreremos las obras del artista pertenecientes al llamado grabado geométrico pop, el Torso y The Printer, para luego centrarnos en el abordaje a su perfomance del grabado.
Izquierda: Imágenes del Catálogo Bienal de Arte Sao Paulo versión realizada para Chile, 1973. Portada en la que aparecen Sergio Castillo, Carmen Alundate, Matilde Perez y Francisco Copello. Derecha: Performance sin nombre ni fecha del artista. Archivo Centro de documentación CEDOC, Chile.
Bitácora del grabado en Copello
No existe un solo Francisco Copello. Su inquietud lo lleva a producir como grabador, sí, pero luego descubre y profundiza en la performance del grabado (o grabado de la performance). Sus intereses van de la historia, a la música, la danza, el teatro, las grandes representaciones de divas y la política. Por tanto, es imposible pensar su trabajo desde la perspectiva de un solo estilo, materia y/o disciplina. Fue escritor también y un artista que vio cómo cambió la historia del arte. Tal vez por esta razón, no se le ha logrado pensar, ver e insertar en la historia del arte en Chile; y quizás no sea necesario, ya que el suyo nunca fue un arte tradicional, más bien marginal y, por esto mismo, sin pretensiones hacia su incorporación en los estamentos del Arte. Copello jugaba con sus dos mundos creativos, mostrando cada cual a algunos y a otros no. Hoy queremos desplegar una proyección completa como artista.
Francisco Copello no termina sus estudios de leyes en la Pontificia Universidad Católica. Decide irse a Italia, específicamente a Florencia, para desarrollar sus intereses artísticos. No obstante, en un inicio su acercamiento será más convencional: entra a estudiar a la escuela de Bellas Artes Di Florencia. Copello es y será en su vida artística un grabador y un performer al mismo tiempo. Gracias a sus viajes entre Italia y Estados Unidos, logra explorar, aprender y conocer a muchos artistas de vanguardia que cambiaron el rumbo del arte. Parte de su biografía como artista está impregnada de estos viajes. Fundamental es su encuentro con el artista italiano Sandro Chia, quien le regaló las máquinas para ser grabador profesional; máquinas que —se dice— trajo a Chile pero de las que no se sabe a ciencia cierta dónde se encuentran; lo que ha hecho que pervivan rumores sobre la veracidad de esta afirmación.
Copello vivió un periodo de grandes cambios que hacen repensar y reconstruir un tiempo complejo y diverso de giros sociales y políticos en Chile: la reforma agraria, el movimiento universitario de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso de 1967 (Pastor Mellado, 2017), que sin lugar a dudas influyen en las artes de la época. El año 1973, que marcó la historia y el rumbo en Chile con el golpe militar y significó el desvanecimiento de la utopía del socialismo, constituye también un año importante en la carrera de Copello. Por un lado, Pieza para Locos, performance que venía ensayando en la antesala del Museo Nacional de Bellas Artes, no logra presentarse por la irrupción del golpe militar. Irónicamente, meses más tarde, Copello formará parte de los artistas invitados a la Bienal de Arte de São Paulo de ese mismo año, comisariada por Luz Pereira de Méndez y organizada por el crítico de arte Antonio R. Romera; el mismo que reprochó el envío del arte chileno a esta bienal, subrayando lo tradicional y convencional de los artistas seleccionados. Entre los que participaron, había varios artistas considerados de “derecha”, como Carmen Aldundante y Matías Vial, escultor chileno que diseñó la moneda de la libertad durante la dictadura militar. Francisco Copello participó en la Bienal mencionada con la exhibición de 20 grabados.
La única imagen encontrada de su participación en dicha bienal se encuentra en un tipo de catálogo o fanzine con 4 de los 5 artistas que fueron parte de la comitiva enviada a São Paulo. Llama la atención la imagen que usa Copello para referirse a sí mismo: él posando detrás de un marco, sentado dentro del cuadro (el cuadro dentro del cuadro), con una pelota de fútbol, escuchando música, haciendo una referencia clara a lo masivo, lo que llamó Theodor Adorno “industrias culturales”; justamente lo contrario a lo que debería ser efecto del arte. También hay un aspecto de género: la representación de la mujer diva. En una sola imagen, sugiere la biografía, el cuerpo, la crítica silenciosa sobre el uso del estadio nacional como centro de torturas, la cual está simbolizada en la pelota y la sordera de lo que se vivía en Chile en ese momento. Irónicamente, el 26 de septiembre del mismo año, la selección chilena de fútbol, jugaba en las tierras de los “comunistas”, contra la selección rusa, empatando a cero. La interpretación de carácter más político que he asociado a esta imagen se debe al trabajo realizado por Copello en relación a la performance que no se llevó a cabo en el Museo Nacional de Bellas Artes. Tal vez, impera el deseo personal de esta simbología a su participación en dicha Bienal tras los hechos más oscuros que vivió Chile. El arte es política y lo personal es político —como diría la activista Carol Hanisch—; lo que Copello fue en vida.
Si pensamos a Copello como un artista en tránsito constante, estaría dentro de la generación de los artistas del Fluxus, como Joseph Beuys, Marina Abramovic, quien expuso su clásica performance en Rhythm 4 (1974) y ya en Chile pertenecería a la generación de grabadores/serigrafistas como Guillermo Nuñez.
Development Of Sea Serge (1969)
Serigrafía sobre papel
89 x 77 cm
Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.
Grabados geométricos/pop: el caso chileno
Existen algunos antecedentes importantes relacionados con el arte geométrico en Chile. Por ejemplo, se considera al poeta Vicente Hudiobro precursor de este arte (Muñoz, 2015), quien desde la poesía actualiza las formas visuales en lo que bautizó Creacionismo. En la década de los 50, surge el grupo Rectángulo que desde la pintura y la escultura interpreta el arte desde lo geométrico, creando un nuevo lenguaje visual. A pesar de que ambas manifestaciones se dieron en épocas históricas y contextos diferentes, sin lugar a dudas contribuyeron a idear el grabado geométrico que propusieron los artistas de los 60.
Otro hito fundamental de la década del 60 es Nemesio Antúnes, quien funda Taller 99, réplica del Atelier 17, donde se posiciona y refunda el grabado en Chile y donde figura Eduardo Vilches como uno de sus participantes más activos. Justo Pastor Mellado afirma que el grabado en Chile se enmarca dentro del grabado abstracto y está condicionado por el arte popular, el “arte Indígena” y el arte pop (Pastor Mellado, 1995). Es en Taller 99 donde se concibió el “grabado ampliado”, una propuesta para un nuevo grabado chileno, influenciado por la Lira Popular y sus representaciones impresas que inspiran y “amplían” la disciplina mencionada. Varios artistas chilenos se forman con esta perspectiva del grabado y en los años 80 lo desplazarán aún más para dirigir su experimentación hacia otros campos del arte contemporáneo, entre estos artistas destacan Arturo Duclos y Mario Soro. Aunque no existen testimonios de que Francisco Copello fuera alumno o hubiera participado en este taller, sí es cierto que tuvo relaciones de amistad con Nemesio Antúnez y Eduardo Vilches. La historia comienza con la búsqueda de Francisco Copello por hallar espacios no tradicionales para sus representaciones de arte pop geométrico. A Nemesio Antúnez lo conoce en Nueva York y años más tarde, cuando este pasa a ser director del Museo Nacional de Bellas Artes, Copello podrá ensayar un proyecto performativo en este lugar.
La llegada de Nemesio Antúnez al Museo Nacional de Bellas Artes como director permite la apertura (o inicio) del arte contemporáneo en el país. Irrumpen obras instalativas y provocativas, como Cuerpos Blandos de Juan Pablo Langlois (1969), La masacre de Puerto Montt de Luis Canmitzer, así como tiene espacio la Pieza para locos (1973), performance de Copello, inspirada en “Manicomio” (1812-1819), obra pictórica de Goya, que no se pudo presentar, pero que ensayó durante tres meses en la antesala del Museo. Dicha obra iba a ser expuesta el 12 de septiembre de 1973, un día después del Golpe Militar, junto a la inauguración de la muestra de arte de artistas mexicanos, entre los cuales estaban José Clemente Orozco y Diego De Rivera.
Francisco Copello no se posicionó explícitamente ni por un bando político ni otro, aunque con la llegada de la Unidad Popular, manifiesta su interés y compromiso con el proyecto del presidente Salvador Allende. La obra de Copello dialoga con su autobiografía, al punto de que, siguiéndola, podemos interpretar y aprender de su compromiso e ideas políticas. Sus obras tempranas, específicamente sus grabados, se relacionan con lo abstracto, lo geométrico, el paisaje chileno y el uso de los colores y poética visual codificados dentro del arte pop. No obstante, su interés por lo político se manifiesta en sus performances de los 70, como en Pieza para Locos, El Mimo y La Bandera o Esmeralda reina del mar, en donde el uso de su propio cuerpo expresa la relación con el dolor y la crítica a las posiciones de la época. Se cuestiona principalmente la religión católica, las relaciones familiares, la historia y la política. Esta es, de cierta manera, su vía de producción de un arte político pero no desde la militancia. Tanto el grabado, ya sea geométrico/pop, como la performance son un solo cuerpo de obra en Copello.
Grabado del paisaje geométrico
El paisaje latinoamericano aparece por primera vez en los grabados realizados por Theodor de Bry, quien a pesar de que nunca pisó tierra americana, dibujó a sus habitantes a partir de los relatos escritos y orales que circulaban. Sus representaciones giran en torno a la naturaleza y el territorio extremadamente fantasioso, extraño y grotesco. Esta imagen colonial, existe por siglos en el imaginario del otro y repercute en la construcción del paisaje latinoamericano desde nuestro yo (Rojas, 2006). Queremos utilizar esta referencia histórica para pensar cómo el paisaje y el cuerpo son espacios fundamentales en la representación del arte latinoamericano, en la medida en que pueden ayudar a deconstruir esa imagen falsa. Copello y otros artistas comienzan a recrear un nuevo espacio y surge con ellos el grabado geométrico, biográfico, personal y político. Copello aprende y continúa esta tradición: la mirada del otro, relacionada con el nuevo ideal del grabado político y social ligado a la Lira Popular.
Algo de esto se halla en Devolpment of Sea Serge (1969), grabado de Copello, donde observamos lo geométrico, el paisaje íntimo, nostálgico y la melancolía del hecho de estar encerrado en espacios cuadrangulares que representan, por un lado, una demarcación a la vez que sugieren la experiencia de la reflexión de los espejos que logran dar una sensación de infinidad. En este grabado, Copello ya manifiesta un interés por introducir al grabado la imagen fotográfica. Estos cruces que son un elemento fundamental en sus creaciones, que se pueden apreciar a lo largo de toda su obra.
En su grabado Soto Bosco se identifica nuevamente la idea de un territorio nostálgico, una captura del tránsito del viaje, las raíces y la imagen. Entre los colores, un paisaje más en estilo close up, ya no percibimos una sensación de infinito, más bien se trata de un grabado que nos lleva a las raíces del llamado Sotobosque, donde crecen los arbustos. Las raíces tendrían una proyección biográfica, ya que, al ser Copello un artista errante, las raíces que son el origen, representan el viaje del migrante en búsqueda de sus inicios. En este grabado Copello deconstruye la idea al introducir figuras geométricas menos evidentes, pues la vegetación es desordenada y caótica.
Los grabados geométricos pop son una clara manifestación de la época en que le tocó vivir, así como la inquietud por esta tradición y su reinterpretación relacionada con el paisaje. En palabras de la Marta Traba, este periodo geométrico/gráfico “pasó a formular un amplio lenguaje simbólico, creando códigos visuales e interpretativos más complejos y ricos” (Traba, 1994). Por ende Copello genera una relación afectiva con la geometría en sus grabados.
Su obra no ha sido leída ni procesada apropiadamente en la historia del arte chileno. Por ejemplo, en La novela chilena del grabado (1995), Pastor Mellado afirma que ciertos autores han sostenido la inexistencia de un discurso plástico anterior a 1977 en Chile. Se trata de una afirmación que niega la otra historia del arte chileno, invisibilizando las obras de Violeta Parra, Antonio Quintana, Sergio Larrain, Lola Falcón, Carlos Leppe y, asimismo, las del propio Francisco Copello.
Soto Bosco (1970)
Serigrafía sobre papel
89 x 77 cm
Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, Chile.
El grabado performativo de Copello
Es importante señalar que el gran legado del artista es la combinación de géneros, al punto de que crea un lenguaje narrativo transgresivo que ha sido poco entendido en el arte chileno y que aquí denominaré “grabado performativo”. A inicios de la década de los 60, se hablaba de las performances gráficas, término acuñado por el artista Dick Higgins: un concepto ampliado de desplazamiento del grabado tradicional hacia otros campos del arte (Barnal, 2014). Un ejemplo de este grabado “ampliado” es el que realizó el artista uruguayo Luis Canmitzer quien, tras una crisis creativa se replantea los formatos más convencionales del grabado desplazándolo a un lugar no común y saliéndose de la imagen serializada en pos de un objeto más conceptual2.
Copello, quien fue alumno y amigo de Luis Camnitzer, crea rápidamente nuevos gestos artísticos donde la base formal, estética y conceptual es su cuerpo del que dispone como una extensión de sí mismo en sus dispositivos visuales. En varios de estos trabajos, como Torso (1967), The Printer y en los collages realizados con las fotografías de Calendario (1974), es posible ver fotografías de sus acciones, que además dialogan con elementos autobiográficos, como viajes, ideologías, imágenes de sus parejas, etc. En palabras del artista, que repitió en incontables ocasiones: “Mi cuerpo es mi arte”.
Particular es la relación del artista con cada uno de los formatos. Así como realizó grabado tradicional, collage y performance, los que logró aunar y expresar de diferentes maneras, así también podríamos hablar de su “collage-grabado performático”. En su obra nos enfrentamos a una experimentación con cierto tipo de precariedad; una solución a su andar errático y constantes viajes. La precariedad de los materiales, podría tener que ver con el uso de su propia representación, la representación de su cuerpo e historia, del mismo modo que con el re-uso (la reutilización, el reciclaje) en toda su obra; lo que se podría relacionar con el arte povera que se inicia en Italia. Como resultado de ser inmigrante y autoexiliado ―vivió por más de 30 años entre Estados Unidos e Italia―, sus puestas fueron marginales y fuera del borde. Lo que le permite entregar un testimonio bastante certero de la época histórica que le tocó transitar, observar y en la que participó. Es decir, lo que hace Copello es un registro creativo multidisciplinario que en perspectiva sirve para comprender aspectos inéditos y ocultos de esta misma historia. Su discurso se basa en el deseo de retratar la parte oscura del alma humana, esa que siempre queda al margen. Porción marginada que a través de la mezcla entre lo estático y lo dinámico es liberada de represiones y es confrontada con ese no-lugar donde habita el arte que vive del dolor, la tragedia, la sexualidad y la muerte.
El grabado Torso (1971) podría tratarse del inicio de lo que hemos llamado el grabado performativo. Copello usa sus propias fotografías del paisaje, en este caso, nubes; lo que nos remite a la proyección del infinito dentro del finito (el cuerpo): el torso que representa su propio dolor y cuerpo, sugiere el cielo y el espacio ilimitado. Conjuga, pues, la idea de los límites y lo infinito. Convive con el arte clásico y la vanguardia. El Torso, estaría presente en todas las obras que realiza a lo largo de su trayectoria artística: su última edición data del año 2002. Este grabado se puede asociar a su performance La última cena. Gracias a algunas fuentes y registros de archivos, sabemos que Francisco Copello, realizó la primera performance, La última cena, el año 1971, inspirada en la obra del artista italiano Leonardo da Vinci, que fue presentada en el loft del artista St. Tribeca. Fue fotografiada por el fallecido artista Fernando Torm. Sin embargo, como podemos comprobar en varias publicaciones, la obra no aparece en la historia del arte chileno, no está incluida. Copello también representa una parte de su mismo cuerpo, su torso, donde además hace una referencia a lo clásico y religioso, al evocar las esculturas griegas, pero usando dispositivos modernos que crean una nueva manera de ver el arte; de la misma manera que la fotografía para sus performances. En ese sentido es que ambas disciplinas dialogan y crean lo que es una ampliación del grabado o un grabado ampliado. El grabado es ahora como el video o la fotografía: se pueden reproducir infinitamente.
Otra obra fundacional sería, sin lugar a dudas, Calendario (1974). Para este proyecto, el autor utiliza relatos autobiográficos, en donde aparece su relación con la familia, el país, el viaje, entre otros temas. El que registró las primeras acciones fue el fotógrafo Luis Poirot; luego, en Estados Unidos, Antonio de Wren, de quien no tenemos mayores antecedentes. Copello explora y desarrolla, a través de estas performances biográficas, la idea de un calendario performático, el cual con el tiempo, reutiliza en diversas obras, transformándolo en collages, grabados y pinturas. Allí podemos apreciar su noción/idea de lo que es su propio cuerpo y de lo que entiende por el paisaje, el viaje, la historia e identidad, temáticas que perviven en toda su producción.
The Printer, es una obra musical performativa que Copello escribió, por lo que se deduce del escrito, el año 1973, antes del golpe militar y antes de que el artista viniera a Chile a ensayar su performance Pieza para Locos. Este catálogo, manifiesta claramente la noción del performance del grabado, pues se trata de una extensión de sus ideas de artista y de una clara expresión de la biografía, anhelos y miedos, desplazados al teatro, la música y el grabado, en formato de libro/catálogo; una fusión que es muestra de la complejidad de su obra. Con esta obra, se revela la posibilidad de expresión del grabado en formatos no tradicionales, tal como se venía decontruyendo en la época.
El Torso (1970)
Litografía/Serigrafía
Conclusiones
Más que una conclusión sobre la obra y vida de Copello, me gustaría proporcionar una reflexión que permita abordar y comprender las ideas que tenía el artista, que motivaron y animaron sus creaciones del grabado performativo, ligadas al periodo en que desarrolló su obra; a la vez que proponer ciertas hipótesis sobre las causas que habrían motivado su omisión en la historia del arte chileno.
El periodo de la década de los 60, en el campo del arte chileno, recién está siendo investigado. Por ejemplo, la labor e intervención de Nemesio Antunez en el mundo del arte contemporáneo en Chile, se dio a conocer hace algunos años gracias a la investigación realizada por la fundación que lleva su nombre. Antunez fue un importante agente y amigo de Copello, que le permitió usar un espacio para experimentar y con ello escapar al mismo tiempo de la tradición del grabado pop/geométrico, para explorar en la performance artística que antes prácticamente no existía o estaba más relacionada con la literatura, al menos en Chile. Una evidencia de este tipo permite comprender el epidérmico estudio que, hasta el momento, se ha realizado sobre la obra de Copello y que nuestro estudio quiere colaborar a revertir.
Otro punto relevante es el hecho de que muchas y muchos agentes claves del arte del país en aquella época ya fallecieron. Esto dificulta una mirada sobre el circuito más profunda que facilite la comprensión de cómo el arte cambió en esta época y entender con mayor claridad su aporte en la historia del arte chileno, en la cultura del país y, por ende, entender la historia que puede conllevar errores o aciertos diversos.
Sin lugar a dudas, en ese periodo, el grabado, así como otras disciplinas del arte, comienza un movimiento, un desplazamiento importante hacia otros campos, indagando y dialogando con otras disciplinas. Copello fue partícipe de este tránsito y el presente ensayo ha pretendido hacerlo visible. En este sentido, este escrito sobre la obra de Copello y sus grabados, debe ser también un aporte al estudio y conocimiento de esta época y del arte chileno anterior al golpe militar.
Un punto relevante que surge constantemente en los acercamientos a la obra de Francisco Copello es el porqué de su olvido y negación en Chile. En una entrevista, Justo Pastor Mellado menciona que, a su regreso al país, Copello no despierta interés ya que habría quedado excluido del círculo de artistas agrupados por la teórica francesa Nelly Richard bajo el concepto de “Escena de Avanzada” (Pastor Mellado, 2017). Esta escena, que se desarrolló desde finales de los 70, en la década del 90 se había consolidado como uno de los grandes referentes del arte contemporáneo en el país.
Específicamente en 1996, año del retorno del artista, el país se encontraba en un proceso de reconciliación, dentro de la conocida como transición o posdictadura. En este periodo, se crean mesas de diálogo entre civiles, políticos y militares y se generan iniciativas como la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación que da como resultado el Informe Rettig y el informe de la comisión Valech, documentos que marcarían la década. Es probable que este escenario que priorizaba el debate en torno a la definición de la democracia y pretendía resolver los crímenes e historia de la dictadura haya influenciado en el silenciamiento de Copello, tanto como de otros artistas que compartían espacio y nacionalidad. Es el caso de Juan Pablo Langlois quien comenta a propósito de su obra Cuerpos Blandos (1967): “mi impresión es que el eventual público chileno estaba en otra en esa época, la contingencia política, tomas sucesivas de las calles por unos y otros, tragaban toda la atención” (Langlois Vicuña, 2009). En este contexto, pues, no había ni espacio ni tiempo ni recursos para invertir y fomentar el arte; aún menos el arte performático, que se había relacionado con la ocupación del espacio público como gesto de rebeldía y acusación en la época de resistencia.
Lo paradójico es que Copello, artista performático, no fue considerado artista de la resistencia política y, por lo tanto, para el gran público de ese contexto su obra habría carecido de valor; según se puede inferir de las afirmaciones de Justo Pastor Mellado (2017) quien considera que su propuesta artística, al alejarse del acto de oposición al régimen militar, pudo haber sido leía como superficial. A esto se sumaría el hecho de que Copello no había vivido en Chile en ese periodo fundamental de su historia contemporánea.
El caso de Copello debe plantearnos ciertas interrogantes sobre las causas del proceso de silenciamiento que habría padecido este artista atemporal que, como hemos visto, utilizó su cuerpo para una militancia autobiográfica, que trasciende los hitos de una historia lineal y a la vez que escapa de los encasillamientos; incluso del encasillamiento del exilio, ya que lo suyo habría sido más bien un auto-exilio. Se trata, como lo hemos podido ver, de un artista que siempre estuvo, por decisión propia o no, en los otros márgenes de la historia del arte chileno y del que aún queda mucho por investigar.
Notas
1 La Lira Popular (1866-1930). Una nueva forma de cantar el sentir del pueblo (http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-723.html).
2 Nos referimos a su obra This Is a Mirror, you are written Sentences del año 1966.
Bibliografía
La Lira Popular (1866-1930). Una nueva forma de cantar el sentir del pueblo, Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile (http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-723.html).
Bernal, María del Mar (2014), Grabado y performance. Una desobjetualización de la gráfica, Grabado y edición: revista especializada en grabado y ediciones de arte, Nº. 42, pp. 51-61.
Langlois Vicuña, Juan Pablo (2009), De Langlois a Vicuña. Santiago, Chile, AFA Ediciones, p. 252.
Muñoz, Ernesto (2015), Arte geométrico en Chile. El largo y difícil camino de la aceptación, Revista ArtNexus 97, junio-agosto, pp. 52-58.
Pastor Mellado, Justo (1995), La novela chilena del grabado, Santiago, Chile, Economías de Guerra.
—----------------------- (2017), Entrevista a Justo Pastor Mellado / Entrevistado por Gabriela Rangel en la Galería D21, Santiago, Chile.
Rojas Mix, Miguel (2006), El Imaginario, Civilización y Cultura del Siglo XXI, Buenos Aires, Prometeo Libros, p. 41.
Traba, Marta (1994), Arte de América Latina, 1900-1980, Washinton, E.E.U.U, Editorial Banco Interamericano de Desarrollo.
Vindel Gamonal, Jaime (2008), Arte y publicidad: del arte pop a la crítica institucional, De Arte, Revista de historia del arte, N° 7, pp. 213-234.
Montserrat Rojas Corradi
[Hannover, Alemania] Con estudios de pregrado en Artes Visuales en la Universidad de Chile, donde obtuvo posteriormente un Magíster en Estudios Latinoamericanos. Posee un posgrado en Comunicación Audiovisual y fotoperiodismo en la Fachochschule Hannover, Alemania. Se ha desempeñado como curadora, gestora y productora de fotografía en el Museo de Arte Contemporáneo, en el Centro Cultural Estación Mapocho. Sus intereses se centran en temas de género, derechos humanos y memoria histórica e historia del arte. Algunos de sus trabajos han sido publicados en diversas revistas y catálogos, tanto en Chile como en América Latina. Entre los libros publicados se encuentran: Visible/Invisible: Tres fotógrafas durante la dictadura, editado por 8 Libros Editores y Un exilio sin Retorno: Rodrigo Rojas De Negri, por Editorial LOM. Ha realizado curadurías con artistas nacionales e internacionales, tal como obras de Luis Camnitzer (Uruguay); Bienal de Arte Santa Cruz, Bolivia; Martha Rosler (Estados Unidos) en el Museo de Arte Contemporáneo, Chile; Roger Ballen (Sudáfrica) en Matucana 100; Rodrigo Rojas De Negri, MAC/Museo de la Memoria y Derechos Humanos, Chile, etc. Actualmente forma parte del colectivo curatorial mo.ma, junto a Mariagrazia Muscatello. Es editora de la revista de fotografía y arte S/T, editorial LOM