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Grégoire Damon | Ordinarios abstenerse

Grégoire Damon | Ordinarios abstenerse



Tomemos a un tipo.
Un tipo bastante grande pongamos
unos buenos 182 cm si mi ojo es certero.
Digamos que no usa taloneras para escribir poesía
pero que la escribe de igual forma.
He ahí entonces sus poesías de 182 cm
que hablan de cosas que hacen
182 cm si me han entendido.
O de cosas que se ven, se tocan, se huelen, se saborean, se escuchan
cuando estás a 182 cm del suelo —
una barra de bar
una boca de metro una fila de espera
una chica que confiesa su amor con acento del norte en medio de una fuerte crisis de hipo


Entonces el tipo habla de cosas.
A veces lo logra.
Pero eso no le impide golpearse contra objetos invisibles —
a veces gente que conoció en el poblacho de su infancia
y que murió en rotondas haciendo el gilipollas sobre un ciclomotor
a veces la promesa de una isla desierta
a veces la esperanza de ir a mear —
pero lo logra.
Habla de eso como alguien como tú y yo
cometiendo alguna falta de francés de vez en cuando
para que jamás te sientas humillado por la lucidez de su genio.

Puede suceder que quiera hacerse el listillo en ciertos lugares
con su inofensiva ironía de pijo no pretende negarlo
ya que puso toda su energía y consciencia profesional
en la plaquette autoeditada de papel de mierda que distribuye entre sus amigos.

En fin es un tipo
que habla de gente
viva o muerta
asesinada por gente
viva o muerta
pero que posee manos y pies,
un estómago
un sexo y pulmones.

Entonces el tipo
no será invitado a los platós de BFM TV para dar su análisis sobre la depresión de los jóvenes de las barriadas
tampoco ganará el premio Nobel
estoy bastante apenado por él (un millón de euros, el Nobel)
aunque lo que es más lamentable
es que la universidad francesa en su conjunto
se arriesga a no comprender ni una palabra de su bricolaje existencial.

Pero lo que es aún más perjudicial para el esplendor mundial de nuestro país
es que la Universidad francesa en su conjunto
se arriesga a no darse
cuenta jamás
de que solo él podrá salvarla

Pues es un tipo como él, precisamente.
Lo que le hace falta a la Universidad.
A toda la Universidad.

Así es un universitario:
detesta ser relacionado con poéticas
que no puede teorizar
como un adolescente que rechaza enamorarse
porque sus amigos piensan que su chica tiene el culo demasiado grande

¿Qué traga un especialista universitario en poesía por la mañana?
Esto:

a veces, no se sabe cómo
una claridad madurada en la carne
de una larga lección de tinieblas
brota y el espíritu puede tocar un instante

lo que ni las palabras, ni la música, ni nada
puede imaginar, ni decir —


(Lorand Gaspar)

o sino esto:

Los álamos todavía permanecen de pie bajo la luz
del final del otoño, tiemblan cerca del río,
una hoja tras otra con docilidad descienden,
iluminando la amenaza de las piedras acomodadas detrás.
Fuerte luz incomprensible del tiempo,
¡oh lágrimas, lágrimas de alegría sobre esta tierra!


(Philippe Jaccottet)

o también esto:

¿De qué sirve tanto desear
Sin poder? ¿Haber querido hablar
Sin las frases que permitan decir? ¿Estar arrepentido
Si estás solo, y sin nadie que hubiera podido comprender?


(Yves Bonnefoy)

Lo esencial de la poesía clara y ampliamente difundida en Francia desde los años 50 se encuentra así
acaparada por poetas de estos que quisieran decir,
pero no lo consiguen.
Regresan entonces a su indecible mundo a esperar la manifestación del ser mirando las nubes y los movimientos de la brisa en las hojas de los robles.
Alrededor de ellos, está lo Increado. Está el Lenguaje.
El Lenguaje no es su amigo.
El Lenguaje no hace más que dificultarles el Decir.
¿Decir qué?
No se sabe.
Decir.

No malentiendan mis intenciones —
no me molesta que los universitarios hagan juguetes
con lo Indecible el Lenguaje
o lo Increado
que vigilen las manifestaciones del ser a una edad en la que tendrían que aguardar las manifestaciones de las hojas de su lechuga
siempre es mejor que ir a Tailandia a por masajes de crías de doce años.

Lo que me molesta un poco más es que son esos mismos los que inoculan día tras día la idea en las cabezas de ingenuos estudiantes
(de los cuales yo formé parte)
de que la poesía contemporánea
es necesariamente cierta cosa minimalista
con mucho blanco en la página
meditando en las hojas de los robles.

Entonces ante todo
si queda algo de indecible
es que el poeta no ha hecho su trabajo.

Además
un tipo que tiene el tiempo de mirar el ser pasar en las hojas de los robles
es en verdad un tipo
que no tiene nada que hacer de sus días.

No es un ejemplo para la juventud
sobre todo en esta época
en nuestro país en pérdida de competitividad.

Finalmente, existe la cuestión del poder.
No me gustan mucho las declaraciones a sacabocados
(no pienso en André Bretón en este momento)
pero el golpe tiene que ser claro:
99% DE LA POESÍA ES INTIMIDACIÓN.
Una vez encontré esta frase
y desde entonces me sigue por los pasillos del metro
con un rumor de maracas
que me encanta.
A decir verdad,
la adoro.
No hay muchas frases que los contengan tanto
Bonnefoy Jaccottet Velter
toda la retaguardia de la Poesía Gallimard
y casi todos los universitarios que he conocido.

De hecho
cuando un presidente de derechas de la Región
grita por todos lados su admiración por Yves Bonnefoy
no hay necesidad de ser un militante ZAD cripto-marxista para darse cuenta
de que hay gato encerrado.

En un poena
la palabra indecible no significa imposible de decir como está en el diccionario
no significa nada
levanta un letrero frente a la puerta
escrito en grande hay gente de bien aquí
ordinarios y adolescentes en celo abstenerse si no poseen un MASTER.

Yo he sufrido de eso.
Personalmente.
He sufrido de eso
durante mis cinco largos años
que pasé en la universidad.

Entré casto e ingenuo a la universidad creyendo que era La sociedad de los poetas muertos
y que iba a recitar versos de pie sobre una mesa luego de una ceremonia neo-pagana
y que viviría feliz, yo y mis mentores encanecidos.

Todo lo que gané
fue eso de vivir encerrado en una buhardilla de doce metros cuadrados
escuchando entre susurros los álbumes de Ferré y Philippe Léotard.
Avergonzado.
Con la plena consciencia de mi ser no-canónico.
Y por lo tanto un poco obsceno.

En esa época dejé totalmente de escribir poesía.
Y es terrible a los veinte años dejar de escribir poesía.
Uno se encuentra solo en su buhardilla con sus frustraciones
jamás tan lejos del suicidio
o del asesinato
o incluso de la tentación de preparar las oposiciones.
O incluso de iniciar una gran carrera académica — la agregación, un doctorado, un lectorado, artículos, coloquios —
que hacen de usted un universitario más y entonces la escalada comienza.
Es así como una sociedad se entumece.
Es así como a los veinticinco años conocí
gente que escribía como universitarios cerca de la jubilación.

...

Entonces ¿qué?
Entonces un día estaba husmeando en internet y descubrí.
Tipos.
Y tipas.
De 182 cm.
De 175 cm.
De 158 cm.
Calvos.
Pelucones.
Rizados.
Rojo chillón en los labios.
Asexuados.
Que van en bici por la ciudad.
Adictos a sus coches.
Incluso — oh miseria — hinchas del OL.
Con ayudas del estado.
Aunque los más con un trabajo que les arrebataba el tiempo para escribir pero que al menos se ensañaban en dar vida a algunas cosas.
Esos tipos esas tipas hacían poesía con cosas concretas
y lo hacían a su manera.
No tenían razones para dejarse intimidar.
Valga decir que me salvaron la vida.
Entonces, si yo puedo ser uno de esos tipos
para un crío de veinte años en su buhardilla su suicidio y su frustración,
tendré la sensación de haber logrado
algo.


BOUSEUX S’ABSTENIR

Prenons un type.
Un type assez grand d’accord
dans les 1,82 m si mon pifomètre fonctionne.
Disons qu’il ne met pas de talonnettes pour écrire de la poésie
mais qu’il en écrit quand même.
Voilà donc des poésies d’1,82 m
qui causent de choses qui font
1,82 m si on a bien suivi.
Ou de choses qu’on voit, qu’on touche, qu’on sent, qu’on goûte, qu’on entend
quand on est à 1,82 m du sol —
un comptoir
une bouche de métro une file d’attente
une fille qui fait une confession amoureuse avec l’accent du Nord dans une énorme crise de hoquet —

Donc le type cause de trucs.
Il y arrive.
Mais ça ne l’empêche pas de se cogner à des choses invisibles —
des fois c’est des types qu’il a connus dans le bled de son enfance
et qui sont morts sur des ronds-points en faisant les cons en mobylette
des fois c’est l’espoir d’une île déserte
des fois l’espoir d’aller pisser —
mais il y arrive.
Il en cause en type comme vous et moi
faisant une faute de français de temps en temps
histoire que vous ne vous sentiez jamais rabaissé par l’étendue de son génie.

Il peut lui arriver de faire le malin par endroits
mais il n’essaie pas de vous nier avec son petit second degré tendance
parce qu’il a mis toute son énergie et toute sa conscience professionnelle
dans la plaquette auto-éditée sur papier pourri qu’il distribue à ses potes.

Enfin c’est un type
qui parle de gens
vivants ou morts
pour des gens
vivants ou morts
mais possédant des mains et des pieds,
un estomac
un sexe et des poumons.

Alors le type
on ne l’invitera pas sur les plateaux de BFM TV pour donner son analyse sur le cafard des jeunes de banlieue
il n’aura pas non plus le Nobel
j’en suis fort navré pour lui (un million d’euros, le Nobel)
mais ce qui est le plus navrant
c’est que l’université française dans son ensemble
risque bien de ne biter mot à son bricolage existentiel.

Mais ce qui est plus dommageable encore pour le rayonnement de notre pays à l’international
c’est que l’Université française dans son ensemble
risque bien de passer
sans se rendre compte
que lui seul pourrait la sauver.

Car c’est ce type-là, justement.
Qui manque à l’Université.
À toute l’Université.

C’est comme ça un universitaire :
ça déteste être vu avec des poétiques
qu’il ne sait pas théoriser
comme un ado qui refuse de tomber amoureux
parce que ses potes trouvent que la fille a un gros cul.

Que bouffe un universitaire spécialiste de poésie le matin ?
Ça :

parfois, on ne sait comment
une clarté mûrie dans la chair
d’une longue leçon de ténèbres
éclot et l’esprit peut toucher un instant

ce que ni mots, ni musique, ni rien
ne peuvent imaginer, ni dire –

(Lorand Gaspar)

ou alors ça :

Les peupliers sont encore debout dans la lumière
de l’arrière-saison, ils tremblent près de la rivière,
une feuille après l’autre avec docilité descend,
éclairant la menace des rochers rangés derrière.
Forte lumière incompréhensible du temps,
ô larmes, larmes de bonheur sur cette terre !

(Philippe Jaccottet)

ou encore ça :

A quoi bon tant désirer
Mais sans pouvoir ? Avoir voulu parler
Mais sans phrases pour dire ? Avoir regret
Mais seul, et sans qu’un autre ait pu comprendre ?

(Yves Bonnefoy)

Et l’essentiel de la poésie visible et largement diffusée en France depuis les années 50 est comme ça
trustée par des poètes comme ça qui aimeraient bien dire,
mais qui n’y arrivent pas.
Alors ils retournent dans leur monde indicible attendre la manifestation de l’être en matant les nuages et les mouvements de la brise dans les feuilles des chênes.
Autour d’eux, il y a l’Incréé. Il y a le Langage.
Le Langage n’est pas leur pote.
Le Langage ne fait rien qu’à les empêcher de Dire.
Dire quoi ?
On sait pas.
Dire.

Ne vous méprenez pas sur mes intentions ―
ça ne me dérange pas que des universitaires fassent joujou
avec l’Indicible le Langage
ou l’Incréé
qu’ils guettent les manifestations de l’être à un âge où ils auraient mérité de guetter les manifestations de ses plants de salade
c’est toujours mieux que d’aller se faire masser en Thaïlande
par des gosses de douze ans.

Ce qui me dérange un peu plus c’est que les mêmes
inoculent jour après jour l’idée chez de naïfs étudiants
(dont j’étais à l’époque)
que la poésie contemporaine
est nécessairement un machin minimaliste
avec beaucoup de blanc sur la page
méditant sur les feuilles des chênes.

Alors déjà
s’il y a de l’indicible
c’est que le poète n’a pas fait son boulot.

Ensuite
un type qui a le temps de regarder l’être passer dans les feuilles des chênes
est vraiment un type
qui n’a rien à foutre de ses journées.

Ce n’est pas un exemple pour la jeunesse
surtout par les temps qui courent
dans notre pays en perte de compétitivité.

Enfin, il y a la question du pouvoir.
Je n’aime pas trop les déclarations à l’emporte-pièce
(y a pas marqué André Breton ici)
mais ce coup-ci faut que ça soit clair :
99% DE LA POÉSIE EST DE L’INTIMIDATION.
J’ai trouvé cette phrase un jour
et depuis elle me suit dans les couloirs du métro
avec un petit bruit de maracas
qui m’enchante.
À vrai dire,
je l’adore.
Il n’y en a pas beaucoup des phrases qui vous contiennent comme ça
Bonnefoy Jaccottet Velter
toute l’arrière-garde Poésie Gallimard
et à peu près tous les universitaires que j’ai connus.

D’ailleurs
quand un président de Région de droite
crie partout son admiration pour Yves Bonnefoy
il n’y a pas besoin d’être un zadiste crypto-marxiste pour s’apercevoir
que quelque chose cloche.

Dans une poésie
le mot indicible ne signifie pas impossible à dire comme dans le dictionnaire
il ne signifie rien
il dresse un panneau devant la porte
avec marqué on est entre gens bien ici
bouseux et ados en rut s’abstenir si non titulaires d’un MASTER 2.

Et j’en ai souffert.
Personnellement. J’en ai souffert
pendant cinq longues années
que j’ai passées à l’université.

Je suis entré pure et naïve à l’université et croyant que c’était Le Cercle des poètes disparus
et que j’allais dire des vers debout sur une table après une cérémonie néo-païenne
et qu’on vivrait heureux, moi et mes mentors chenus.

Tout ce que j’y ai gagné
ça a été de vivre calfeutré dans un meublé de douze mètres carrés
à écouter en douce les albums de Ferré et de Philippe Léotard.
Honteusement.
Dans la pleine conscience de mon être non-canonique.
Et donc un peu obscène.

À cette époque j’ai totalement arrêté d’écrire de la poésie.
Et c’est terrible à vingt piges de ne plus écrire de poésie.
On est seul dans son meublé avec ses frustrations
jamais bien loin du suicide
ou du meurtre
voire même de la tentation de passer un concours de l’enseignement.
Voire même d’entamer le grand chelem académique – agrègue, doctorat, ATER, articles, colloques –
qui font de vous un universitaire de plus et alors c’est l’escalade.
C’est comme ça qu’une société se sclérose.
C’est comme ça qu’à vingt-cinq piges je connais des gens qui écrivent comme des universitaires proches de la retraite.

...

Alors quoi ?
Alors un jour j’ai été fouiner sur internet et j’ai découvert.
Des types.
Et des meufs.
D’1,82 m.
D’1,75 m.
D’1,58 m.
Des chauves.
Des à cheveux longs.
Des frisés.
Des à rouge à lèvres agressifs.
Des à la garçonne.
Des qui font du vélo en ville.
Des accros à leur bagnole.
Même – ô misère ! – supporters de l’OL.
Des au RSA.
De plus nombreux avec un boulot qui leur rogne leur temps d’écriture mais s’acharnant à faire exister des choses quand même.
Ces types et ces meufs faisaient de la poésie avec des choses concrètes
et ils le faisaient à leur manière.
Ils n’avaient pas de raison de se laisser intimider.
On a beau dire, ça m’a sauvé la vie.
Alors, si je peux être un jour un de ces types
pour un gosse de vingt piges son meublé son suicide et sa frustration,
j’aurai le sentiment d’avoir réussi
quelque chose.


* Traducción del francés de LM Hermoza.
** El texto original Bouseux s'abstenir fue publicado originalmente en la Realpoetik (Francia).

Grégoire Damon
[Saint-Étienne, France, 1985] Ha publicado las novelas La Rue de la soif (ArHsens Éditions, 2007), Fast-food (Buchet-Chastel, 2018) y los libros de poesía Danse de Saint-Gilles suivi de Minera (Polder, 2013), Mon Vrai boulot (le Pédalo ivre, 2013), D'Origine (le Pédalo ivre, 2014), 99 noms d'un seul truc (Gros Textes, 2015), De Gras et de nerf (le Pédalo ivre, 2017), Un Peu plus ample un peu moins moche (Vanloo, 2020), Jean-Claude requiem (le Pédalo ivre, 2021), Rouler des pelles (Vanloo, 2022), Piéton (avec des illustrations de Laurent Santi) (Ni fait ni à faire, 2022). Aparece en las siguentes obras colectivas o antologías: La (petite) culotte dans la poésie contemporaine (Macana, 2012), La Terre vue du slip (Macana, 2012), Jouïr ! Souaf ! Camarades ! (CEDRATS éditions, 2013), Tango (Macana, 2016), Šokantis mistralis, anthologie bilingue français-lituanien (Slinktys, 2022), traducido por Dainius Gintalas. Vive en Lyon desde 2003. Trabajó para el Syndicat des poètes qui vont mourir un jour de 2012 a 2016. Codirigió la revista en línea REALPOETIK con Sammy Sapin de 2016 a 2020.

Grégoire Damon

L.M. Hermoza
[Trujillo, Perú] Es licenciado en Filología Románica, Máster en Letras y Máster en E-learning. Ha vivido en Perú, en España y Francia. Lideró la Agrupación cornelista: por un planeta sin humanos, con la que publicó fanzines y realizó recitales y performances en Barcelona y París. Dirigió la revista de literatura La Siega. Co-dirigió 2+. Formó parte del consejo de redacción de la revista Paralelo Sur. Ha publicado, en poesía, La trilogía del signo (2021), que reúne sus tres libros de poesía aparecidos en ediciones ultralimitadas en Londres, Ciudad de México, Lima y Mánchester. En narrativa, ha publicado la novela La madre rata (2020), cuya versión preliminar quedó finalista en dos concursos.

LM Hermoza

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