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Laura Castillo | La distancia entre los cuerpos
Enero
En enero los peces mueren,
—Dice el abuelo observando el curso del río.
Entonces imagino las escamas
esparciéndose por el cauce del agua
cuerpos celestes empozándose en el barro
abandonando sus espinas
como pequeñas partículas que anidan
la ausencia en el mundo.
En enero los peces mueren
y el frío se sienta a mi costado.
Del otro lado abuelo teje su barca
apretando a ella su atarraya
—Marcando el silencio en sus manos—.
En la quietud de la orilla
aprendimos el adiós de los cuerpos.
*Poema Inédito
La abuela sufre de Alzhéimer
Ha olvidado la temperatura exacta con que las
gallinas picotean el suelo,
el lugar en el que abandona de vez en cuando sus
recuerdos
y el tiempo en el que el mundo acostumbra amanecer.
A veces, mis ojos tropiezan con ella en la madrugada,
me mira y reconoce la orfandad. No le importa.
A la abuela le gusta caminar de noche
y, mientras lo hace, deja tajos de luz
como si habitara poco a poco el cielo.
Vista al edificio
Un pájaro observa a un hombre escalar la pared.
Ve sus pies ceñirse a los muros
mientras sus manos
arrojan silentes hojas que planean la caída.
Hay una distancia entre ambos cuerpos,
una cuerda
que se agita,
un descender.
Oír el golpe de la tierra,
y un vuelo que asume tanta lejanía.
Pájaro y hombre
construyen a su modo
sus propios abismos.
Arte poética
Las hojas caen del borde de los tejados
y entran de golpe a casa de los poetas.
Sin preguntar, se instalan en las paredes,
cuestionan el silencio,
respiran sobre la pesadez de las manos,
buscan el instante en la palabra.
De golpe, el vuelo de un pájaro revienta
en el papel.
La noche entonces despierta.
Razones
No se necesita la verticalidad del árbol,
no se necesita florecer.
Se necesita el impulso del abismo,
el límite,
la contención precisa
que mantenga el cuerpo adherido al mundo.
Desplazamiento
A las tejedoras de Mampuján
Tras el golpe de omisión
en el vientre de la tarde
Mampuján anochece
con un terco afán de dormir.
No hay tiempo,
susurran doce cuerpos en los labios,
hay que cargar hamacas y vasijas,
hay que dejar que la hierba seca
sea el huésped que habite la casa,
hay que silenciar.
Lejos,
en lo profundo de una habitación,
una mujer peregrina aguarda
entre hilos y retazos que convergen en sus manos.
Tejer es su forma de nombrar
la ausencia de arraigo
en la punta de los dedos.
Posconflicto
“El cuerpo pesa tres veces su muerte”,
me digo, apretando las vértebras de mi espalda
contra el suelo.
Palpitan los silencios de la guerra.
Mestizaje
Una mujer negra aproxima sus caderas
como si en su vientre recogiera un golpe de origen.
Observa el borde del camino,
con esos ojos que derrumban memoria,
con el letargo de su boca
mordiendo palabras como agujas del tiempo.
Basta ver su rostro para entender
que la luz situada en sus manos
poco a poco se adormece.
El viento lo sabe:
no hay lugar que cobije su historia
ni que sostenga tanto silencio amontonado.
De Prolongación de la lluvia.
Editorial Piedra de Toque | 2017
Laura Castillo
[Bogotá, Colombia, 1990] Abogada de la Universidad Externado de Colombia. En el año 2017 publicó su primer libro Prolongación de la Lluvia, el cual fue ganador del XX Premio Nacional de Poesía de la Universidad Metropolitana de Barranquilla. Fue mención de honor en la categoría de Poesía en el Tercer Concurso de Escrituras Creativas Cuento, Poesía y Crónica de la Red Capital de Bibliotecas Públicas – BibloRed (2014). Forma parte del comité editorial de La Raíz Invertida (editorial y revista electrónica). Ha sido incluida en diversas antologías de poesía, entre ellas, Antología de poesía colombiana contemporánea (1953-2015) / Ramón Cote Baraibar, compilador; Luz sin estribos (poetas colombianos y cubanos nacidos a partir de 1980) y Liberoamericanas: 140 poetas contemporáneas.