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Ainara Del Hoyo Sanchez | Campo de batalla

Ainara Del Hoyo Sanchez | Campo de batalla


***

No sé ni cómo explicar de qué manera he acabado aquí sentada
sin saber conducir y frente al volante de un vehículo
en una autopista desconocida
viendo como luces fulgurantes se lanzan contra mí
con la misma fuerza irracional de un meteorito.
Llevo dos cadáveres en el maletero
y otros más en el asiento de atrás,
y ellos también se preguntan cómo es que están tumbados,
rígidos, fríos y muertos
en la misma tapicería sobre la que hicieron el amor.

(y de eso no hace tanto)

Todo lo que me dijeron del amor
resultó ser jodidamente cierto.
Es por eso que estamos aquí
mirándonos e intentando huir el uno del otro.
Te quiero tanto,
tanto como se quiere el sueldo
el día de paga.

Las cicatrices de mis brazos
hablan de todas las veces que he intentado matarme.
Las cicatrices de mi espalda
hablan de todas las veces que has intentado matarme.
Los cadáveres susurran que todos tenemos
una segunda oportunidad.
Se llenan la boca de gusanos y tópicos
como que todos necesitamos alguien a quién amar.

Escúchame imbécil,
yo era muy feliz antes de tomar este camino.
Yo era feliz como destructora, como pirómana
como psicópata sádica.
Era feliz durmiendo arropada por el hielo.
Feliz como caníbal, feliz como Roza Shanina
cada vez que hacia blanco.

Cuando fui Penélope,
tejí sogas para los presos.

Tu boca a veces sabe a sal.
Tú también has estado en otros lugares,
has regresado de un largo viaje.
Si alguna vez dejas de dormir,
antes de comprar somníferos
publicitados sin receta,
comprueba que tienes pulso.

Yo era feliz siendo Circe,
siendo Medea.
Colándome como un incubo en todas las pesadillas.

Pero supongo que eso acabó
porque todo lo que me dijeron sobre el amor
resultó ser jodidamente cierto.



***

Mi voz ya no se escucha.
Se ha silenciado lentamente como un motor
Falto de combustible.
Ha intentado elevarse
pero se ha encontrado con muros infranqueables
y puertas asegurados con cientos de candados.

Mi voz se ha quedado
Atrapada
En este cuerpo obsoleto.

Mi voz ya no derriba.
No golpea.
No acaricia.

Descansa.

Solo argumento a susurros con mi cerebro.
Solo se confiesa con mi corazón.
Solo discute con mi hígado.
Solo consuela a mi alma.

Mi voz ya no se escucha.

Mi hijo acerca por las noches
Su oreja a mi ombligo y dice que oye algo.
Como una bomba, amatxu.
Percibe la secreta vibración
de mi voz en mis tripas.

Mi voz no tiene fecha para su detonación.


Rusas


Las francotiradoras soviéticas

¿De qué hablaremos cuando no tengamos de que hablar?
No importa. Estoy tejiendo historias.
Historias como Penélope, como Sherezade.
Yo estoy haciendo historias.
Yo soy La Historia.

No importa.
Pocas cosas importan, ni estar lejos de casa,
ni la nieve, ni el frío.
Me estoy convirtiendo en otra cosa.
Me estoy volviendo grande,
como un país entero.
Grande como La Patria.
La Patria me ha devorado.
Ahora soy parte de ella,
tan intrínsicamente como
soy parte de los muertos.

Anoto cada uno de ellos
en la libreta que guardo en el bolsillo
de mi viejo abrigo.
No fue nuevo nunca, el abrigo.
Ni cuando fue confeccionado era nuevo.
Los reparten así,
ya usados,
ya sudados, manchados, sangrados y babeados
por todos nuestros antecesores
porque todos somos ahora La Patria.

La Patria con miles de brazos, cientos de cabezas,
pies de todos los tamaños,
millones y millones y millones de bocas
y en todas las mismas palabras,
al unísono,
acordes, armoniosas, perfectas.
La Patria es la coral más perfecta del mundo.

En mi libreta un número, una fecha, un lugar,
una hora, un minuto.
Quizás, un rango.
Y nada más.
Porque todos son iguales.
Todos llevan el mismo uniforme descolorido
(ellos también son Patria, otra Patria, con otro nombre
con otra canción, con la misma perfecta armonía).
Todos iguales con sus rostros grises.
Todos pasando el mismo frío, el mismo miedo.
Con las mismas madres, los mismos padres,
exactamente la misma foto de mujer
escondida en su camisa, cerca del corazón.
Las mismas cartas de amor no acabadas.
Los mismos calcetines mugrientos,
las mismas botas, las mismas armas.

A veces hablamos, claro que hablamos.
Hablo más con ellos que con los míos.
Los míos… todos iguales también.
El mismo uniforme descolorido...
Yo siempre saludo de la misma forma,
un ruido sordo.
Y ellos me contestan siempre igual
con movimientos lentos,
agazapados entre los helechos
que ya les abrazan
como sepultura,
porque los helechos saben el final.
Porque los helechos no son Patria de nadie.
Y yo les digo:
Te veo.
Y ellos me contestan:
¿Dónde estás?
Y yo les digo:
Estoy cerca, tan cerca que será rápido. Ven.
Y vienen. Y yo les espero como una amante que les desea.
Y como una amante me aseguro de darles un final dulce.
Será rápido.
Y seré certera. Porque mis amantes lo esperan.
Y los otros, los míos, también lo esperan.
Y celebran mi precisión. Y se limpian el sudor de la frente
silban, respiran más hondo que nunca,
con cada diálogo inacabado
en ese lenguaje que sólo conocemos
mis amantes y yo.

No importa.
Pocas cosas importan.
Ni estar lejos de casa,
ni que mi marido
frío y enterrado en la nieve,
no recuerde mi nombre.
No importa que mis hijos,
apenas bebés llorones,
no recuerden mi cara ni mi olor.
Y ese chico con el que bailé
me crea muerta,
quizás lo esté.
No importa que hayamos olvidado
las promesas que nos hicimos.
No importa que haya perdido el anillo de su madre.

Me estoy haciendo eterna para La Patria
y La Patria me recordará con letras doradas.
Viviré para tener un futuro brillante
con charlas y entrevistas
y fotografías donde siempre saldré sonriente.
De pueblo en pueblo,
de ciudad en ciudad,
les describiré estas noches eternas,
los días infinitos,
y los uniformes descoloridos
con el mismo nombre
y el mismo apellido
bordados en la solapa,
aunque yo, no pueda leerlos.

¿Y si caigo?
Si caigo el futuro será.
Será dorado.
Y triunfal.
Mis hijos, que seguirán sin recordarme,
apretarán con orgullo mi retrato contra sus pechos
y aprenderán mi nombre
en las escuelas.
Mi nombre que será escrito en la plaza de todos los pueblos.
Las ancianas tejerán coronas de flores
en mi honor.
Los hombres se jactarán de haberme conocido,
de haber combatido a mi lado.
Codo con codo, dirán.
Para mí, son todos iguales.

El futuro será. Sea como sea, será.
Y será brillante.

No importarán las heridas,
ni las cicatrices, ni ser un mal trago
del peor presente.
Porque el futuro será.
Será, y será brillante.

Hemos abandonado nuestras casas y nuestras tierras.
Hemos caminado tanto para llegar hasta aquí.
Hemos dejado de abrir las piernas
para los nuestros.
(Siempre el mismo, los nuestros,
desnudos siguen vistiendo
el mismo uniforme descolorido).

Hemos dejado de abrir las piernas para dar vida.
Hemos dejado de sangrar para dar vida.
Qué sangren, qué sangren otros.
Que otros den vida.
Que den la vida.

Yo soy La Patria.
Seré coronada con laureles.
Será y será brillante.

Un número más, un número tras otro,
un rosario de triunfos.
Dientes colgados de un collar,
cabelleras arrancadas,
corazones devorados.
Todos los mismos, todos el mismo.

Y yo, La Patria.
El futuro será.
Será y será brillante.



* Textos inéditos.

Ainara Del Hoyo Sánchez
[Bilbao, España, 1981] Es diplomada en Educación Social y en Dirección Cinematográfica. Participa en recitales poéticos en Barcelona y Madrid desde el 2013. Ha publicado en las antologías anuales del colectivo poético Prostíbulo Poético desde Libro Rojo vol. 6 (2015) hasta Libro Rojo vol. 13 (2022). Ha publicado poemas en los fanzines literarios Monográfico, Rilhafoles y Excodra. Colaboró con traducciones en la web literaria de La Galla Ciencia. Fue organizadora y presentadora, junto a la poeta Laura García de Lucas, los recitales Semillas de Poesía, en Madrid (2016, 2017), escenario por donde han pasado poetas como Tulia Guisado, Adriana Bañares, Olaia Pazos, entre otras.

Ainara Del Hoyo Sanchez

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