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Samuel Parra | Sabor a ti
La sed te llevó a la cocina, el hambre al cuarto de tus padres para tragártelos. Nunca pensaste que la luna tendría esa extraña influencia sobre ti. El vaporoso aroma a sustancias químicas que expelía cada orificio de tu cuerpo me excitaba, esa noche conocí el olor del miedo. Una llamada anónima delató el homicidio en la calle de magnolias. Sabías que tu hermano, el jugador de futbol americano, sería el elemento más difícil de contener, por eso leíste libros de anatomía para descubrir cuál era su punto débil y aprender a cortar esa carne dura. Página 183, introducción al cuerpo humano, fundamentos de anatomía y fisiología, el término deuda de oxígeno representa el oxígeno necesario por encima de su consumo en reposo, después de cuatro arduas horas de entrenamiento tu hermano literalmente moría de cansancio, ese dolor que sentimos después de ejercitarse se produce por el ácido láctico convertido en depósitos hepáticos de glucógeno, una ducha de agua fría y directo a la cama. Llamaste a su novia estefanía para disculparte porque tu hermano no podría verla, se quedó dormido después del juego. Cambiaste sus pastillas de diclofenaco por tafil, el dolor muscular no cesaría, pero sí tendría el cuerpo entumecido para ser derribado por un perro chihuahua. No batallaste en matarlo, estaba dormido cuando colocaste una almohada gruesa sobre su cabeza, ahogarlo resultó más fácil que matar a tus dos hermanitas con descargas eléctricas. Quién diría que ese taller de electricidad de la secundaria técnica te serviría algún día, sólo aprendiste a armar una radio enclenque con viejos transistores, lo bueno es que tu padre era nostálgico de la tecnología y decidió guardar aquel cachivache tuyo, malo por renatita y sofía, adiós a la fiesta sorpresa de siete años que tu mamá pretendía hacer, jamás se enteraría que conectaste los cables de cobre de la radio a los aparatos ortopédicos de las nenas mientras ellas quizá soñaban con lo mucho que aman a sus papis.
Esas cursilerías te daban náuseas, la reina de todo lo rosa era la perra que se acostaba con tu padre, nancy, jamás le pediste que fuera tu madre, nada más un lazo de sangre las unía y esa tibia relación goteó entre tus dedos cuando le clavaste el cuchillo en la sien de un tajo, a tus 21 años no aprendiste a filetear un bistec porque lo tuyo era la cacería, depredar a tus presas, esperar a que bajen la guardia, permanecer detrás de la puerta a falta de los matorrales africanos, tú una leona hambrienta de carne y ellos indefensos antílopes viejos, gordos sin ánimos de sobrevivir, era el momento cumbre para disfrutarlo tú sola. Sonó la alarma, tres y veinticinco de la mañana, te demoraste en destripar a las niñas, la culpa te traicionó, gritaste como nunca y alguien llamó a la policía, hiciste lo mejor posible en tu bautizo como asesina en serie pero tu ausencia revelaría a la policía quién mató a tu familia o pensarían que te secuestraron, mejor quemaste la casa, decapitaste los cuerpos de tu madre, hermano y las niñas, eran trofeos de caza, las bañarías en formol, después las secarías al sol para curtir su piel y al final tendrían un espacio digno para exhibirlas sobre la pared, como en culiacán no se acostumbran las chimeneas, pues buscarías la mejor superficie o levantas un muro de mármol para ahí clavarlas. La cocina tenía despensa completa cuando la sed te llevó a tomar un vaso con agua, eran las diez y veinticuatro de la noche, todos dormían menos tú.
Tomaste del estante de mamá el viejo libro de cocina que el tío fernando escribió durante su estadía en francia, el muy cabrón te caía bien, su esposa la detestabas. Lo hojeaste por un rato ignorando a donde te llevaría el ir y venir de las páginas hasta que detuviste aquel vaivén en la receta que acaparó tu atención. Usaste una servilleta como separador, sacaste de una caja las herramientas que necesitarías para matar a tu familia, reservaste lo mejor para el último, le agradeciste al destino que nadie tiró a la basura la oxidada báscula de tu abuelo el tendero, decidiste usarla para pesar 600 gramos de carne en un solo trozo, también ocupaste 100 gramos de cebolla, una rama de apio, un diente de ajo, zanahoria, tomate, aguacate, lechuga, rábanos, chile verde picado, media taza de aceite, un tercio de taza de vinagre, sal y pimienta al gusto. La receta era sencilla, la carne se cuece en agua junto con la mitad de la cebolla, incluso te imaginaste en un programa de cocina como chepina peralta y hablabas en voz alta porque ya nadie podía oírte en esa casa mutilada. Escuchen amigos televidentes se agrega la rama de apio, el ajo y la zanahoria con un poco de sal hasta que la carne quede blanda. Vamos a dejarla enfriar por aquí para después partirla en trozos y deshebrarla. ¿me van siguiendo? No quiero que se pierdan ninguna parte de la receta, de cualquier forma, podrán seguir los pasos nuevamente para prepararla en sus hogares metiéndose a mi facebook tu cocina favorita, ahí encontrarás muchas recetas increíbles. Eres una culera sádica, decías en tu mente a la par que fijabas la vista en un punto suspendido en el aire donde debería estar la cámara de tu programa de televisión. ¡hey público! Escuchen, para hacer la vinagreta usamos media taza de aceite, un tercio de vinagre, una cucharadita de sal y pimienta. ¡huy que rico! Agregamos la mayor parte a la carne y se deja reposar unas dos horas macerando. Pasaron las dos horas mientras decapitaste a nancy. Regresaste a la cocina. Quiero que laven unas hojas de lechuga, las parten en tiritas, ojo, la cebolla se corta en medias lunas, que se vea bonita. Aquí viene lo bueno. ¿cómo voy a montar mi platillo? En el traste donde van a servir, forman una cama de lechuga con el resto de la vinagreta, luego la carne y la cebolla adornándola. Pónganle encima gajos de tomate y rabanitos abiertos en flor, por último, rebanen un aguacate en tiras para terminar la receta.
Fue tu última cena en familia, lavaste los trastes, apagaste el aire acondicionado, la noche sofocó la planta alta cuando aquel grito tuyo alarmó a los vecinos, bajaste corriendo las escaleras sin golpear la bolsa de plástico, abriste las llaves de gas de la cocina para darle un toque más dramático. Gracias papá por esta última comida, siempre llevaré conmigo los momentos más bellos que me diste cuando me quedaba dormida en tu regazo después de tanto jugar. Derramaste una botella de licor 41 desde la cocina hasta el exterior de la casa. Familia los extrañaré. Encendiste un cerillo. Niñas perdón. Lo arrojaste a la banqueta. Hermano te odio por violarme de niña. Cayó sobre el licor. Madre fuiste una puta. La lúgubre llama corrió hacia la casa. Hermanitas me quitaron lo que más amé en la vida. Primero un estruendo que cimbró el fraccionamiento las primaveras, después la luz de la hoguera. Papito gracias por el salpicón, jamás pensé que tu carne fuera tan suavecita y dulce.
Samuel Parra
[Mazatlán, México] Es escritor, periodista, ensayista y promotor cultural. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Sinaloa, Máster de Literatura Mexicana Contemporáneo por la Universidad Autónoma Metropolitana. La Universidad Brigham Young University, en Idaho, Estados Unidos, lo reconoció como Promotor de la Lectura y Escritor Versatil 2015. Es autor de los libros Cuando Escribir Duele, La Puerta del Dolor y Velo Negro. Ganador del Premio Memoria en el Alma que entrega la Academia de Artes y Letras de India por su novela En la Piel de un Adicto durante la selección 38 de novelas internacionales en el 2017. Ganador del Premio Literario de Cuento Infantil de la Fundación Niños de Barranquilla por su libro de cuentos La Princesa de los Elefantes. En 2020 publicó Manzana Podrida, del cual se desprende el monólogo Cartas a Fedro que la Compañía Teatral Casas, de Chiclayo, Perú, seleccionó escenificarlo en el Octavo Foro Dramático Chiarella a favor de la Comunidad LGBTTTIQ peruana en Junio del 2020. Ese mismo año lanzó el proyecto, “Nono el Cerdito Booktuber”, un canal de difusión de obras literarias que usará elementos infantiles para comunicarse con jóvenes y adultos. Recibió en 2021 la Mención Honorífica por su novela En este país los muertos no hacen el amor, del Concurso Internacional Literario Agustín de Ramanes, en Chile. Escribe para la revista El Caimán Barbudo de La Habana, Cuba. Actualmente es Jefe de Prensa de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Mazatlán.