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Robert Baca | Respirando este mapa del aire: A cuatro décadas de «Las tres mitades de Ino Moxo»
En el vocabulario que aparece al final de la novela, César Calvo define la palabra asháninka “ayúmpari” para nombrar a la persona que acepta intercambiar regalos con otro miembro de su nación. No se trata de un simple canje, sino de generar un vínculo sagrado con el fin de mantener un continuum ancestral que se remonta a siglos y siglos de intercambios. Esta práctica no se limita a algo parecido a un valor monetario. Por el contrario, el autor indica que posee una dimensión espiritual: “No se trata de dar para recibir. Se trata de respirar. La vida está en el aire, no es de nadie, es de todos. Si merezco ser tu ayúmpari, al regalarte algo, (…) no te estoy dando vida, me la estoy devolviendo.” Partiendo de esta idea, léase este texto no como un artículo, ni mucho menos bajo la lógica de un trueque. Considérelo más bien como un halo de vida que compartimos. Un mapa de aire en el cual respiramos todas y todos atándonos en una sola cadena. Un lazo que nos une a los primeros críticos que vieron en esta novela un pilar fundamental de la literatura hispanoamericana, su importancia para peruanos y peruanas ante la llegada del bicentenario. Y, sobre todo, la trascendencia como un documento vital que dialoga a la perfección con las teorías humanistas recientes sobre la naturaleza. Queda así pues esta lectura ante vuestros ojos, Ayúmpari.
Los maestros tuvieron razón. Las intuiciones sobre la llegada de una obra inusual, transgresora y subversiva afloraron simultáneamente a la publicación de Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía [LTMIM] de César Calvo, en 1981. Tanto el pensador peruano Antonio Cornejo Polar como el crítico italiano, Antonio Melis, coincidieron que este libro albergaba dentro de sí una serie de componentes heterogéneos que lo volvían un texto excepcional frente al canon literario en lengua castellana.
En su artículo “Las tres mitades de Ino Moxo by César Calvo” (1982), Cornejo Polar resalta el poder del texto en conjurar a través de la escritura ficcional gran parte de la complejidad socio-histórica del universo amazónico. Y cómo esta representación de la esfera selvática es abordada por diversos géneros literarios, incluso, con algunos incompatibles entre sí hasta hacer de este libro “una síntesis que es mágica por una parte, la que mira a su referente, y poética por otra, la que recibe el lector a través de un lenguaje espléndido, casi suntuoso. Porque Las tres mitades de Ino Moxo es, en efecto, testimonio, novela y poesía”. Mientras que Antonio Melis en su famoso prólogo que acompaña a la primera edición de la novela, “Las cuatro mitades de César Calvo (y del Perú)”, establece que LTMIM diseña un mapa poéticamente trazado desde la Amazonía, donde las heterogéneas partes del Perú (selva, ande, lo afro y lo criollo) se superponen, luchan y colisionan entre ellas hasta rebalsar el relato mismo: “El mundo de la selva olvidada y marginada se transforma así en un observatorio inédito y privilegiado, imprescindible para comprender el todo del país, todo el país. Justamente porque se trata de un caos límite, de una forma extremada de opresión y negación, es posible reconstruir a partir de allí todas las mitades del Perú.”
A casi 40 años de su aparición, ese rasgo diverso y contradictorio de LTMIM sigue descentrando a sus lectoras y lectores. Primero, por la audacia de sobrepasar las categorizaciones impuestas por el canon literario. Pensar, entonces, en un libro que “no es una novela”, como dice el mismo Calvo, ni mucho menos “un libro o una crónica”, sino más bien en un puente, la parte de un puente —aquí, la de las lectoras y lectores— la cual se levanta para cruzar al otro lado de la orilla, hacia la “memoria de un sonámbulo”. Y, segundo, por su carácter discursivo y representacional, además de los sujetos que aparecen en el relato. Rasgos que indican una pertenencia, como propone el maestro Cornejo Polar, a un sistema literario exógeno al de la normatividad hispanoamericana. Imaginar, así, que LTMIM no se trata de “una sola memoria" y de cualquier “sonámbulo”, sino de diversas voces, diferentes cuerpos, múltiples territorialidades sumergidas en periodos inconexos de la historia del Perú, diluyéndose y des-asiéndose a través de la escritura.
Adentrarse a LTMIM es caminar no solo por un puente hecho por palabras, sino por el sonido de esas palabras. Calvo posee esa finura de llevar al terreno de la ficción elementos de la oralidad como el geolecto de Don Javier, Ruth Cárdenas o Félix Insapillo, producto del habla loretana. No solo lo recrea armónicamente hasta incorporarlo a una polifonía de voces, sino que enfrenta esas variedades idiomáticas. Las corroe hasta chamuscarlas cada vez que entran en contacto a través de los diálogos con el castellano limeño de César Soriano, protagonista de la novela, o con el castellano andino del poeta Luis Nieto. Discursividades propias de la oralidad y de la escritura en conflictiva convivencia o colisionando a través de la encarnación en mitos fundacionales como el de Kametza y Narowé, la primera mujer y el primer hombre de la tierra; pasajes históricos de la Fiebre del Caucho a finales del siglo XIX, o párrafos enteros de un estudio etnográfico al pueblo asháninka como La sal de lo cerros (1968), de Stefano Varese, recitados de memoria por el brujo Don Hildebrando.
Por otro lado, la construcción de sujetos ficcionales en contacto con la aparición de figuras históricas revela la intencionalidad del autor en tensar y/o subvertir elementos propios del mito, historia y literatura con las definiciones normativizadas de arte, cultura y saber. LTMIM es un puente no solo levantado con la exhalación de palabras sino además con las voces, los labios y las carnes que las corporeizan. De esta manera, podemos ver en el libro a Aníbal Tupayachi caminando por las calles de Cusco, mientras le explica a Julio Cortázar cómo las piedras de las fortalezas fueron movidas por las canciones mágicas que empujan el aire (los ícaros), demostrándole así que todos los sonidos del mundo sí caben en las cinco notas de una quena. Igualmente, la aparición de José María Arguedas en un plano alucinatorio provocado por la ayahuasca. En una de las tantas “visiones" que César Soriano tiene, el autor de Yawar fiesta (1941) emana de las aguas vestido con una cushma amarilla para consolar a un humanizado río Amazonas que se desespera ante la posibilidad de no volver a verlo. Con esta imagen que funde en un solo elemento naturaleza y humanidad, Calvo echa al aire la importancia del legado cultural y literario que el Tayta Arguedas representa para la región amazónica.
Aparecen también otros personajes como Juan Santos Atao Wallpa, líder revolucionario indígena que expulsó a la Corona Española de la selva peruana a mediados del siglo XVIII y, Fermín Fitzcarrald, temido cauchero de la Amazonía de la segunda mitad del siglo XIX a quien se le atribuye el descubrimiento de un istmo que lleva actualmente su nombre. Para Calvo estas figuras históricas no son solo hombres o mujeres dentro de la ficción literaria, son también la representación de sus épocas. Imaginar a LTMIM como un puente construido también con toda(s) la(s) historia(s) del Perú, incluso las no oficiales. En el texto, vemos cómo esos momentos álgidos de la historia peruana confluyen y se suceden hasta desembocar como un solo río de tres orillas: el trauma de la conquista, los abusos la colonia y la llegada la república hasta nuestros días. Frente a estas imágenes aleatorias queda una imprescindible tarea de recomposición de todas las mitades temporales y espaciales del Perú por parte de las lectoras y los lectores. Un trabajo urgente sobre todo en esta época ad portas del bicentenario del Perú.
Sin embargo, existen otros elementos en LTMIM que han llamado la atención de investigadores, especialistas y público en general en América Latina, Estados Unidos y Europa durante la última década. Rasgos que transforman a esta novela no solo en un tema indispensable para lectoras y lectores peruanos. Este libro está dirigido también a todos los habitantes del mundo para anticiparnos sobre las crisis ecológicas que ya sufrimos actualmente a escala global debido a nuestro delirio híperextractivista. Catástrofe que llega por la pérdida del vínculo sagrado de nuestra especie con su entorno y la progresiva domesticación de la tierra.
Frente a estas limitaciones, Calvo nos propone una salida. Repensar al hombre como una entidad indisociable a la naturaleza y mostrarnos a través del espectro sociocultural de la ayahuasca, la profunda interrelación que posee el saber ancentral de las naciones amazónicas con los seres vivos y no-vivos del planeta. Desaprender, entonces, la forma tal cual conocemos hoy el mundo para verlo desde otras perspectivas. Allí, la importancia del poder ritual de esta planta enteógena respetuosamente usada como una llave a esos conocimientos otros. O como lo explica el mismo Ino Moxo:
“Los vegetales no son nada si no se hallan insertos dentro de su total, en la totalidad de conoceres que nos han sido legados (…) Para ellos [las personas de occidente] ayawaskha es droga, dicen, alucinógeno, experimentan, juegan. Así han jugado siempre, sin darse cuenta, desperdiciándolo. Con el tiempo han de aceptarnos con toda la verdad. Aceptarán no sólo la última hoja de la copa del árbol sino también el árbol, sus raíces, la tierra que ha fundado las raíces…”.
Años después de la publicación del libro, las palabras de Ino Moxo parecen ser más legítimas que nunca. Una especie de anticipación al contexto actual producto de nuestra obsesión por anteponer lo ideológico a la estrecha y milenaria relación que tenemos con el planeta. Las consecuencias: incendios forestales en todos los bosques del mundo (Panamazonía y territorios mapuches, África central, Australia, California, el Círculo Polar Ártico, España, Portugal y el centro de Europa) debido a las sequías provocadas por las emisiones desmesuradas de gas. O la propagación de pandemias originadas por el contacto con flujos migratorios de una fauna forzada a desplazarse. Acción inmediata frente la violenta degradación de la biodiversidad. El resultado: la crisis que padecemos hoy como la propagación mundial del coronavirus. Eventos nefastos que no llegarán a su fin si no cambiamos nuestra forma de comprender el mundo en el que vivimos.
Con estas enseñanzas de Ino Moxo y otros brujos vegetalistas, maestros conocedores de la fauna y de la flora amazónica, como don Hildebrando, don Javier o don Juan Tuesta, la novela de César Calvo prefigura —desde la praxis— la aparición de reflexiones sobre la naturaleza recientemente desarrolladas en los campos académicos. En su libro Más allá de naturaleza y cultura (2005), el antropólogo francés, Philippe Descola, explica cómo ciertas sociedades animistas no disocian de su concepción del mundo la idea de cultura con la de naturaleza. Advierte, además, que en estas sociedades hombres, animales, plantas y cosas forman parte de un solo sistema. Es decir, de la naturaleza misma, donde todos estos elementos vivos y no-vivos se interrelacionan a pesar de ser diferentes físicamente, ya que la comparten y se encuentran sumergidos en ella.
En LTMIM, la representación de fauna, flora y entidades invisibles conviven identificándose con los personajes a través de sus múltiples existencias humanas y no-humanas. Ampliar, entonces, nuestra visión, ir de la imagen del puente al de un mapa. O como dice Calvo un mapa, “ciudades que son almas en movimiento”. Un “mapa” que muestre espacios geográficos con sus cualidades humanas y donde cada acción del hombre esté atravesada por la naturaleza. En el libro de Calvo, la naturaleza devora la cultura hasta hacer transitar sus componentes de una forma a otra. Ese tipo de metamorfosis se encuentra, sobre todo, en las visiones de ayahuasca. César Soriano o Manko Kalli se transforman en cóndores, los ríos como el Amazonas poseen emociones humanas, las piedras avanzan solas, Juan Santos Atao Wallpa o José María Arguedas desaparecen por el aire echando humo.
Es interesante percibir cómo esta característica, donde la naturaleza es humana y lo humano es natural, no es exclusiva de LTMIM. Ésta puede encontrarse ya en los primeros ejercicios poéticos de César Calvo. En Poemas bajo tierra (1960), “las nubes niegan las lluvias”, “mueren de agua las lagunas” o “la casa calla y todos caminan de puntillas para no despertarla”. Esa misma lógica persiste en Ausencias y retardos (1963): “el olvido inventa silencios” o “el otoño grita extraviado en el bosque”. Aquí, sin embargo, las imágenes llegan a representar al bosque amazónico desde una doble referencialidad como si se tratara de un reflexión de lo metanatural: “la noche cae como un árbol quemado”, “el pájaro (…) ahorcado en las lianas de la lluvia” o “el placer acecha entre las lianas oscuras/ desde los ojos de una boa irresistible”. Estos elementos nos demuestran la intrínseca y profunda relación que el autor posee con el universo amazónico desde la primera etapa de su escritura y cómo ésta se transforma en una especie de germen o laboratorio poético para lo que será décadas más tarde LTMIM.
Ese rasgo “animista” en la poética y en la prosa de Calvo no obedece a una mera estetización de la naturaleza. No se trata solamente de un mapa mostrando al nivel superficial las relaciones visibles entre el hombre y el mundo que lo rodea. Esta visión del mundo encuentra su vínculo en lo real durante el aprendizaje que el mismo César Calvo tuvo con los maestros vegetalistas, los cuales aparecen fotografiados al final de la novela. Un estoico Juan Tuesta al lado de su esposa, don Hildebrando con un vaso ceremonial en las manos, don Javier apoyado a un muro pintado con mapas del alma e Ino Moxo, conocido como Manuel Córdova, sonriendo en un primer plano. Es gracias a las enseñanzas de estos brujos que la naturaleza cobra en LTMIM una dimensión epistemológica, es decir, un ordenamiento del mundo donde la distribución del saber es compartido con la existencia de plantas y animales. Ese espacio en el que simplemente somos, o como diría Ino Moxo, ese lugar al que seguiremos atadas y atados desde siempre a través de los sonidos de la selva: “Y más que nada suenan los pasos de los animales que uno ha sido antes de humano, los pasos de las piedras y los vegetales y las cosas que cada humano ha sido. Y también lo que cada uno ha escuchado antes, todo eso suena en la noche de la selva. Dentro de uno mismo suena.” Con estas palabras, tanto el maestro Manuel Córdova y César Calvo, como Descola confluyen en que la idea de naturaleza debe ser revisitada más allá de su sentido unívoco e irreductible. Comprenderla, entonces, desde su función hacedora y destructora de lo vivo y lo no-vivo, una existencia que es anterior a nosotros y a la vez habita en nosotros mismos.
En LTMIM, la gestión de estos saberes se encuentra intrínsecamente relacionada con el universo vegetal. En ese sentido, la ayahuasca representa en el relato de Calvo una herramienta recurrente con la que los personajes reflexionan y ordenan sus múltiples visiones del mundo. O como afirma Ino Moxo: “El oni xuma [ayahuasca, en lengua amahuaca] me aconseja, me dicta el vegetal y el pensamiento fuerte, la medicina exacta que limpiará la tierra y el aire de los cuerpos.” Para Calvo las plantas no solo tienen una función curativa, sino que además estructuran la dimension real y simbólica de los bosques amazónicos. Fluctuando entre la representación del flujo aéreo y terráqueo del territorio selvático, la novela construye su versión del mundo de la mano de la ayahuasca, anticipándose así a recientes investigaciones humanistas sobre las plantas.
En su libro La vida de las plantas (2016), el filósofo italiano Emanuele Coccia escribe: “No se puede separar —ni física ni metafísicamente— la planta del mundo que la alberga. Es la forma más intensa, la más radical y la más paradigmática de estar-en-el-mundo.” César Calvo y Emanuele Coccia coinciden en poner en valor la relación simbiótica entre la existencia vegetal y el medioambiente. No se puede imaginar a las plantas separadas del mundo. Una acción que obedece a la urgencia de demostrar en pleno siglo XXI las consecuencias del deterioro de nuestro planeta por no comprender que agua, tierra y aire están relacionados entre sí. Ambos creen que los vegetales atraviesan esos tres planos, los concentra, los sintetiza y transforma. En otras palabras, son las plantas el emblema de la creación de ese lugar habitable tal cual lo conocemos hoy en día, la Tierra, dotada de oxígeno gracias a una fotosíntesis a escala global. O como lo dice Coccia: “Es a través de ellas [las plantas] que nuestro planeta produce su atmósfera y hace respirar a los seres que cubren su piel. La vida de las plantas es una cosmogonía en acto, la génesis constante de nuestro cosmos”.
Y la mujer y el hombre habitan no solo una parte de ese hogar, la corteza terrestre, sino ese todo que los envuelve relacionándose socialmente con las demás especies. Al fin y al cabo, no solo vivimos en la tierra. Nuestra existencia va más allá. “Somos habitantes de la atmósfera”, dice Coccia, del aire, de ese “soplo de vida”. La presencia de las plantas, en especial, de la ayahuasca, en LTMIM nos hace conscientes de conservar y comprender esa casa que compartimos y en la cual existimos inmersas e inmersos: el mundo como atmósfera. Dentro de ella no solo interactúan seres (in)animados o vivos, sino también su existencia previa, su devenir y sus respiraciones, sus formas visibles e invisibles, los que han sido y los que vendrán. Tal como indica el primer pasaje del libro “Ino Moxo enumera las pertenencias del aire”, proemio considerado quizás como uno de los arranques más contundentes de la literatura en habla hispana. En este primer apartado, Ino Moxo enumera toda existencia que depende de la atmósfera, de ese aliento de vida: los animales de la tierra, las creaturas del agua, los reptiles que transitan esos dos espacios, los insectos voladores, subterráneos y rastreros, las plantas, la mujer y el hombre, que han sido todo lo anterior, el primer hombre que fue mujer. Y no solo ellas o ellos, sino sus voces, sus palabras desde el grito de la selva misma.
Todo ello contiene la atmósfera. Todo le pertenece, porque el mundo es una entidad viva que se mezcla, respira y piensa con cada uno de sus componentes. Una existencia que se entremezcla física y metafísicamente al mismo tiempo con todos los tiempos y espacios. O como Ino Moxo sostiene al final del libro: “Los pensamientos de la gente viven en el aire, se alojan en el aire lo mismo que nosotros en nuestra casa. Antes de ser llevados a los libros, al solo ser pensados y aunque nunca se escriban, ya viven en el aire.” En el texto de Calvo, la figura del aire es recurrente como un contenedor, el cosmos donde la vida y la muerte se suceden sin pertenecer a nadie porque es de todas y de todos, la atmósfera. Allí, adentro, la vida vegetal y animal atraviesa sus vicisitudes, sus anhelos, sus desgracias, sus amores, su supervivencia y por qué no también, sus odios. Todos ellos atados a la existencia de las mujeres y los hombres, sus diversos orígenes, peruanos o no, sus historias, peruanas o no, y sus devenires, escritos u orales, figuran ya en el aire. Por eso, en la novela las mitades peruanas van atándose a las mitades del mundo hasta ser un solo bosque planetario. Este es el mapa al que aspira mostrarnos César Calvo con LTMIM. Un mapa que contenga lo visible y lo invisible. Pasado, presente y futuro. Lo local y lo global. Lo cosmogónico y el caos del universo que queda indescifrable. Y este es el puente que nos conduce hacia la tercera orilla, este lugar que son todos los lugares vistos, saboreados, olidos y escuchados desde su (im)posible y por eso válida representación de la selva. Ayúmpari.
Robert Baca Oviedo
[Arequipa, Perú, 1986] Egresado de la escuela de Literatura y Lingüística de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA). Ha realizado los postgrados en Estudios Hispanoamericanos en la Universidad Sorbonne Nouvelle-Paris III (Francia) y en Artes y Lenguajes de la École des Hautes Études en Science Sociales (EHESS) de París. Publicó los libros de poesía Ideograma (2006) y Poemaoffroad (2010). Cabe destacar que Carta para Mónica Santa María (2017), Una procesión al interior del útero de la Marianne o simples cartelazos desde la república de repúblicas (2018) y Oración a Juan Santos Atao Wallpa o la subversión de l’Invisible (2019) forman parte de una trilogía de artefactos poéticos. Asimismo, en 2021 apareció el poemario Cartografía de lo invisible. Actualmente realiza el doctorado en Estudios Hispanoamericanos en la Universidad Sorbonne Nouvelle y su trabajo de investigación se basa en las relaciones entre literatura y artes visuales de la Amazonía.