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Renato Steinmeyer & Reinhard Huaman Mori | La pintura es el interior de la libertad. Una mañana con Erwin Bechtold


Renato Steinmeyer & Reinhard Huaman Mori - La pintura es el interior de la libertad. Una mañana con Erwin Bechtold


No fue, en principio, una casualidad que se me encomendara una entrevista a uno de los pintores contemporáneos más reconocidos con residencia en Ibiza. Ser vecino y amigo, aunque no de encuentros continuos, pero sí agraciado por la confianza alcanzada en años de grata convivencia, son factores que ciertamente ayudaron, tanto a la decisión de aceptar, como al reencuentro con Cristina y Erwin, que, aunque aislados por voluntad propia del mundo hasta cierto punto, nos recibieron con los brazos abiertos. Y digo nos, porque me acompañó el estimado Reinhard Huaman Mori, que, aparte de editor de estos pensamientos, en esta ocasión ejerció también de documentalista gráfico, inmortalizando un sinfín de instantáneas para retratar a tan emblemático personaje.

Siempre hay una primera vez y, para que aquellos lectores que todavía no tuvieron la ocasión de conocer al protagonista, les animo a que se imaginen a un magnífico gigante del mundo de las artes plásticas. Valga en este caso la redundancia, porque cualquier calificativo superlativo es poco, para describir a nuestro invitado, aunque los invitados reales fuimos nosotros y, ahora, lo son ustedes, los lectores.

De cualquier manera, Erwin Bechtold es, tanto por estatura, como por los logros alcanzados en su trayectoria artística, un claro reflejo de una grandeza, posiblemente insuperable por sus contemporáneos e incluso por aquellos de otros tiempos. Aún, siendo conscientes de esta grandeza, él se caracteriza por su sencillez y humildad, poseedor de una creatividad sorprendente e insistente en el tiempo. Con amabilidad, sugiere a sus invitados que se acomoden, sin las típicas advertencias ni restricciones que suele recibir cualquier mortal para evitar un posible deterioro de las obras y su entorno, tal y como rezan las cláusulas museísticas en cualquier espacio expositivo, aun siendo esta su propia casa, su estudio. De hecho, al tratarse de su propio taller, el lugar más protegido por sus moradores y a la vez el contenedor de su intimidad, el visitante siente la confianza del anfitrión, su hospitalaria manera de abrir las puertas de un santuario, que más de un amante del arte quisiera visitar. Reconozco que dichos entornos siempre me han fascinado, más cuando cabe la posibilidad de poder presenciar el progreso creativo con lujo de detalle. En esta ocasión no fue así, pero la conversación arropada por obras, brochas, pinceles y multitud de artilugios, útiles en otras momentos, ha quedado grabada tan profundamente como una experiencia imposible de olvidar.

"Mit dem Alter kommt die Weisheit…" ¿Nos volvemos más sabios con el paso de los años? En realidad, fue una afirmación más que una pregunta y la tuve que plantear varias veces, porque habíamos pactado que durante nuestro encuentro nos entenderíamos en castellano. Empero, al haber escogido el primer planteamiento en alemán, daba la sensación que ensimismado, Erwin no encajaba este cambio. Se trata de una frase que a mí, en lo personal, me agrada mucho en este idioma. Su traducción literal sería algo así como “Con la edad llega la sabiduría”. Y tras apreciar esta expresión, Erwin piensa y  afirma “miras al mundo con más tranquilidad…”. Tras un frustrado intento de cambio de tema, finalmente continúa: “el 2020 estuve de vacaciones casi todo el año, eso es algo que no he hecho en mi vida. Siempre he trabajado como un loco y las, digamos, vacaciones tranquilas, no existían. Porque estaban los viajes, el trabajo y en estas "vacaciones" he podido ver la casa y la tierra que la rodea, las plantas, los árboles de manera diferente. Con más intensidad, también. Tuve unos meses en que no hice nada de nada. He disfrutado de la vida.” Insistí en la idea de la experiencia y la vejez, a lo que Erwin puntualizó que quizás ahora le inquietan cosas diferentes, le despierta algo de curiosidad la política, pero regresa a lo que realmente le ocupa: la pintura. “Soy pintor y lo más importante es la pintura”, concluye, aunque sin dejar de subrayar que lo que vivió durante el 2020 fue lo más bonito que ha vivido.

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Sobre la nueva manera que tenemos de interactuar y de relacionarnos Erwin es muy claro: “He empezado a usar las nuevas tecnologías, los aparatos y he pasado el año más bonito de toda mi vida, porque nadie me preguntaba cosas y no tenía que contestar. ¡Qué días más fantásticos! Se dice además que quien no usa estas máquinas actuales, no vive, pero tampoco me interesa tanto vivir esto, porque yo he hecho y hago mis cosas que son tan personales, y en el fondo, si a la gente le interesa o no, eso ya no importa mucho para mí". Durante toda su vida, Bechtold tuvo la posibilidad de hacer lo que quería. Esta absoluta libertad es fantástica, capaz de estar por encima de cualquier crítica o elogio. Esta manera de ser es innegociable siempre le ha acompañado a lo largo de mi vida.”

Asimismo, Bechtold relata que tuvo "suerte de entrar en la pintura" justo después de la guerra. En aquel tiempo, la pintura era una profesión que no tenía mercado, nada se vendía. Él recuerda que se pintaba por pintar, nada más y nada menos. La situación era muy distinta a la de hoy día, donde la pintura ha llegado a ser una industria, mero negocio, donde lo único que importa es vender y hacer dinero. Y a veces mucho dinero, inescrupulosamente.

"Gracias a dios he podido vivir también de lo que he pintado. Pero nunca en mi vida he hecho algo para vender. Cierto es que un cuadro concluido te anima a empezar otro. En general, trabajo con lo más simple, lo que entiende todo el mundo, pero el resultado a veces es otro, cada vez menos gente aprecia mensajes más complejos. Porque en la pintura quieren lo bonito y esto lo odio, no busco nada precioso o bonito. Y esto de los colores… en el fondo trabajo con pocos colores y me salen siempre cuadros bonitos y tengo que cambiar. Veo a otros pintores, amigos, unos pintores fantásticos que saben trabajar con los colores. Esto solamente me pasa a mí personalmente. Yo veo las vidas y el mundo de los humanos muy diferente, no todo es bonito, la vida no es preciosa únicamente, también tiene todo lo contrario. Y eso es lo que yo quiero expresar, por un lado lo racional y por el otro lo emocional. Tal y como es la vida misma".

Esta epifanía tuvo lugar gracias al libro que se publicó sobre su obra en 1993. Sin precisar el título, afirma que esta tiene como denominador común el contraste que nace a partir de dos elementos opuestos: una parte lisa, sencilla y otra parte más dinámica, el trazo que rompe la simplicidad del plano. Cuenta, además, que en numerosas oportunidades, Cristina, su mujer, ha entrado al estudio comentando que determinado cuadro era muy bonito, pero que luego ha cambiado. De esta manera, Erwin confirma que lo bonito se ha roto, se ha transformado. Ha ganado en fuerza y en contrastes. Eso es, precisamente, lo que desea expresar. En tal sentido, la presencia de Cristina, no solo como catalizadora de emociones, sino también como una fiable fuente de opiniones, ocupa un lugar importante en su mundo. Ha sido ella quien le ha aportado y facilitado esa libertad que tanto aprecia, cuida y valora. Cuando habla de Cristina, rememora: “Para mí era clarísimo que quería estar con ella y ella por su parte también lo quiso. El amor es vital y es lo que nos ha mantenido unidos en el cambio que experimentamos al trasladarnos a Ibiza. Los dos somos urbanitas, acostumbrados a las comodidades de la ciudad y cambiar a una vida en el campo sin electricidad ni agua corriente no significó un problema para ella. Cristina es vital para Erwin, es ella quien lo ha acompañado y apoyado desde el primer momento, pudiendo dedicarse plenamente a la pintura. El contraste de fuerzas y sentimientos alberga los fundamentos de emocionales de su pintura. Esta simbiosis, a día de hoy, sigue funcionando.

La tranquilidad necesaria para la pintura nunca fue absoluta, a diferencia de ahora, donde sus preocupaciones van más allá del sustento diario y de la calma para su obra. "Ahora que me quedan unos pocos años, pienso qué va a pasar con las pinturas, quién se dedicará a la casa…” Me atrevo interrumpir sus pensamientos, preguntándole si esto le preocupa y, tras un hondo respiro, confiesa: “Me preocupo sobre todo por Cristina, pero tampoco me gustaría que mi obra acabe en los mercados de la calle. La mayoría de mis contactos ya fallecieron: directores de museos, galeristas. Nunca me ha interesado que vengan a mi casa a comprarme una obra. Para eso están las galerías. Tampoco he querido moverme en ese mundo de arte industrial".

En la actualidad, una de sus más grandes exposiciónes tiene lugar en Alemania, en el Museo Küppersmühle. Ubicado en Duisburgo, este museo expone y colecciona cuadros de la posguerra. Sus directores han realizado un trabajo muy serio y desde hace mucho tiempo vienen adquiriendo la obra de muchos artistas. La colección que alberga es enorme y lo que les caracteriza y diferencia de otros museos es que hay una sala dedicada exclusivamente a cada autor. De esta manera, sus exhibiciones reflejan mejor la evolución y la dimensión pictóricas de cada autor. Además, desde setiembre de 2021 está abierta al público la ampliación realizada por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron. A consecuencia de nuestro modelo económico, el mundo del arte está cambiando y hoy domina el dinero por sobre todas las cosas. Ya no hay galerías que se dediquen y arropen a un grupo de artistas. Esto ya no existe. Sin embargo, el Küppersmühle expone obras de una Alemania que estaba intentando recuperarse de la guerra. Los artistas de este periodo son, en su mayoría, mayores que Bechtold.

 

Es preciso no perder de vista que, cuando estalló la II Guerra Mundial, Erwin estaba iniciando su adolescencia, y para cuando esta finalizó, contaba con apenas 20 años. Alemania estaba destrozada, dividida y derrotada en todos los sentidos. Y es justo en ese complicado momento de su historia, en el que la economía del país se estaba recuperando, cuando un joven artista rechaza la seguridad y estabilidad familiar para iniciar su particular ruta del arte. Erwin navega en el tiempo, alternando su característico tono de voz, a veces más o menos fuerte, sorprendiendo a sus interlocutores. Su voz grave, proporcional a su mesura, refleja una imagen que, más que un cuadro, representa una escultura. "La mayoría de los artistas no contaban con la aceptación de las dictaduras, lo que les llevó a un ejercicio difícil de sus labores creativas. Mi primera exposición fue en Barcelona, durante el franquismo, y se celebró pasada la medianoche y como no, por la puerta trasera de la galería. Los artistas no contábamos con demasiada libertad, aún así trabajábamos como los locos".

 

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La gravedad de la situación le hizo darse cuenta de que no podría subsistir solo con la pintura. Sin embargo, su procedencia y destreza como dibujante le permitieron inclinar la balanza un poco a si favor. En Barcelona trabajó con muchas editoriales, para las cuales diseñaba las cubiertas o se encargaba de la parte gráfica, a la vez que mantenía relaciones con las galerías catalanas más importantes, en las que alguna vez podía vender algún dibujo o de tanto en tanto un cuadro. Este flujo de trabajo le permitió saltar a Ibiza, desde donde continuaba con sus colaboraciones. Ya en la isla pudo hallar esa libertad y distanciamiento esenciales para su pintura. Lo que Ibiza le ofreció fue un espacio donde crecer y reencontrarse en tanto artista. La lejanía y el silencio del campo ibicenco le permitieron experimentar y entregarse a su oficio.


Ibiza, amor a primera vista
En tal sentido, al rememorar esta etapa, Erwin siente la necesidad de recalcar cuán importante ha sido alcanzar la libertad en Ibiza. Resulta asaz curioso que un espacio tan cercado y marcado por sus límites, como es una isla, le haya permitido liberarse de cualquier frontera ideológica y artística. Esta dualidad, lo limitado y lo ilimitado, fue la clave de su crecimiento pictórico: "Experimentando una evolución muy peculiar que te lleva de una obra a otra, pero siempre con un denominador común y muy isleño: la luz y la sombra, lo bonito y lo que no es… bonito. Lo perfecto y lo imperfecto. La reflexión calculada y otra, dirigida únicamente por sus emociones. Y todo ello establecido de tal manera, que el resultado muestra un claro contraste, como la vida misma". Si la obra de Erwin Bechtold se caracteriza por algo es por su representación de la imperfección humana, pues se basa en ese binomio que lo crea todo. Los contrastes que presenta la vida misma son lo que le ha enseñado la isla de Ibiza. Las luces. Las sombras. El claro-oscuro tan mediterráneo que marcan y funden una experiencia con otra que, aunque Erwin no lo diga, se entrelazan como en un vaivén de las olas del mar.

El periplo hasta su Shangri-La particular en medio del Mediterráneo se le hizo largo y arduo. “Ibiza es como el último peldaño de la escalera, aunque esta historia comienza tras la guerra. Yo la viví, viví en esa terrible Alemania y no me gustaba nada. No fui soldado: en 1944 acabé la escuela y con 19 años me llamaron a filas. Pero no fui. Después de la guerra quería salir de ese país, pues realmente no me considero alemán. Nací en Alemania, pero no siento que sea mi patria. Quizás la ciudad de Colonia, pues es donde he vivido. Pero aún así tenía que salir. Irme".

La primera parada fue París, donde trabajó con el pintor cubista Fernand Léger, para luego llegar a Barcelona. Tras un breve lapso en la Ciudad Condal, regresó a Alemania con la intención de hacer dinero y no tener que volver a la capital francesa. Sin un céntimo en el bolsillo, se vio en la necesidad de trabajar y fue a su vuelta a Bacerlona cuando entabló contacto con algunos editores, quienes le dieron mucha libertad creativa. Entre ellos, recuerda gratamente a Andreu Teixidor, de Editorial Destino, quien tuvo siempre en Bechtold una ciega confianza en su criterio estilístico y artístico, confiriéndole el diseño de más de 800 cubiertas. De esta manera tuvo la posibilidad de darle un rostro a la editorial. Contribuyó a su identidad. Tuvo mucha suerte en este sentido y reconoce que ello no se encuentra con facilidad, pues hoy las editoriales están marcadas por decisiones de mercado, de sostenibilidad económica, sin tener en cuenta una visión estética ni literaria.

Al ver que volvía a a encontrar estabilidad laboral decidió quedarse en Barcelona. Fue precisamente aquí donde sus estrechó fuertes relaciones con el grupo artístico de vanguardia Dau al Set. Entre sus integrantes, podemos mencionar al poeta conceptual Joan Brossa, a los pintores Antoni Tàpies, Joan Ponç y Modest Cuixart, a quienes luego se les unió un jovencísimo Juan Eduardo Cirlot. Además de mantener una buena relación con las galerías, en aquella época un arquitecto le recomendó visitar las Islas Baleares. "Fui primero a Palma de Mallorca y cuando luego llegué a Ibiza, en una tarde lluviosa, fue amor a primera vista. Aquí me quedo, pensé. La Marina me encantó. Estuve unos días y ya sabía que volvería. En esta época nadie conocía Ibiza. Era una isla perdida. Y eso es lo que me encantó. La tranquilidad que reinaba en aquel entonces era la gloria. Esto fue en 1954". Tras aquella visita, Erwin Bechtold supo que sería Ibiza el lugar ideal donde echar raíces. El poco interés por la pintura y los pintores hizo que la estancia sea mucho más fructífera al retomar las labores con sus pinceles y lienzos.

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Tras una breve pausa, Erwin observa sonriente, casi desafiante… como preguntando si deseo saber algo más. Y antes de que pudiera volver a exclamar cualquier cosa, irrumpí ese breve silencio, al preguntarle si su pintura fue figurativa en algún momento. La respuesta enfatiza sus inicios, recordando su paso por la Escuela de Arte de Colonia. El permiso paterno lo obtuvo solo porque allí pudo estudiar tipografía, un oficio con el que podía hacer frente a la vida, aunque rápidamente pasó a la pintura, que fue, sin duda, lo que más le atrajo. Sin embargo, se mantiene sin remarcar si fue o no un pintor figurativo. Elude mi curiosidad con sus remembranzas. Hace una pausa. Se muestra pensativo y fija su mirada en el infinito de sus recuerdos. Entonces, vuelve en sí y recobra con fuerza el hilo del diálogo, casi como si hablara consigo mismo, siempre subrayando la buena fortuna que ha tenido a lo largo de su vida. Así, Erwin Bechtold logra cautivar a quien tiene la suerte de poder escuchar sus vivencias. Feliz y equilibrado, tal y como le correspondería a una persona adulta y madura. Esto me trae a la memoria algunas conversaciones que tuvimos años atrás, en las que lucía la misma serenidad. Mientras reflexiono sobre ello, le escucho decir: “No hay que olvidar de que en esta etapa de la pintura de posguerra tuve la suerte de conocer las primeras obras a nivel internacional. Y esta explosión, para un pintor joven, es la LIBERTAD, la pintura es el interior de la LIBERTAD. Con ella puedes hacer lo que te da la gana y es eso lo que más me ha gustado.”

Fue en esa época cuando se formó el grupo Ibiza 59. Cada artista integrante tenía su mundo, su imaginario. Fueron, desde luego, unos años estupendos, a pesar de su breve duración: de 1959 a 1964. Mucha emotividad desprenden sus palabras cuando se acuerda de Erwin Broner, miembro fundador y uno de los arquitectos y artistas alemanes más importantes de la posguerra. "Había visto mucho mundo, siempre luchó por su vida. Era una persona extraordinaria. Un buen pintor y arquitecto”. Su paso por Ibiza quedó registrado en las viviendas que diseñó y levantó, en las que aúna ideas de la escuela Bauhaus con la arquitectura típica ibicenca. Entre ellas destacan la Casa Kauffman, la Casa van Praag, la Casa Pániker, el Apartament Ruhnau, incluso su propia vivienda, ubicada en el barrio de pescadores de Sa Penya o, también, la Casa Tur Costa, concebida para el pintor e integrante del grupo Ibiza 59, el ibicenco Rafael Tur Costa. Asimismo, la Casa de Vries y la Casa Marcet, ambas en Formentera, son parte del legado que Broner ha dejado en las Islas Pitiusas. No obstante su grandeza, él y su familia tuvieron que salir huyendo de la Alemania nazi.

El continuo repaso sobre su vida le induce a afirmar con contundecia que en en ella no hay nada que le moleste ni que le haya molestado. Nada por lo cual arrepentirse. El ritmo en su existencia se ha marcado por un tempo y una fluidez muy natural. En cierto modo encuentra cierta semejanza con el jazz, música que suele escuchar mientras trabaja en su taller. Su improvisación y sus variaciones la acercan mucho a la pintura. “Una cosa geométrica que haces es repetible. Pero una línea de un pincel, negra, a mano, nunca es repetible, siempre es algo diferente.” Este pensamiento marca el regreso a la idea y al concepto de contrastes:

“Todo el mundo habla de los colores de Ibiza. Ibiza no es una isla de colores. Es una isla de C O N T R A S T E S. Esto se ve muy bien en la arquitectura ibicenca, tan geométrica, concebida por cubos. A medida que va creciendo la familia y las necesidades ganaderas, también crecen las casas. Y estos cubos no tienen una línea recta. Se nota la mano humana. No hay exactitud geométrica. Por un lado es una arquitectura racional y por el otro es sumamente emocional, concluyendo también en contraste, como en mis cuadros. Hay muchísima similitud. ROMPER LA PERFECCIÓN. Esto me gusta mucho. Hacer una cosa perfecta para acabar destruyéndola.

Como todos sabemos, el mundo y nuestro acelerado ritmo de vida fueron trastocados por la pandemia y, pese al aislamiento geográfico de cualquier isla, Ibiza y también Erwin Bechtold, se han visto de alguna manera tocados. Por fortuna, y ya desde hace muchos años, la distancia y su alejamiento del mundo artístico ha sido siempre voluntario. Su sensación es que en ningún momento se ha sentido víctima de la pandemia, pese a que su exposición en el Museo Küppersmühle se haya visto interrumpida. En tal sentido, se podría afirmar que el COVID no pudo nunca doblegar a Erwin Bechtold. Otro gran contraste que oscila entre la serenidad y el pánico, entre la supervivencia y la muerte. Eros & Tánatos. Su obra y su vida se rigen por los opuestos. Trabaja con ellos, se adapta, los adopta. Disfruta. Vive…

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Erwin Bechtold
[Colonia, 1925] Es uno de los pintores e interioristas alemanes más relevantes en la actualidad. En 1957 participó en el Primer Saló de Maig y estuvo muy relacionado con moviemientos y grupos artísticos de vanguardia como Dau al Set en Barcelona e Ibiza 59, en la isla pitiusa mayor. En 1968 expuso en la Documenta de Kassel. Uno de sus mayores trabajos ha sido el efectuado sobre las cuatro fachadas del museo Reiis-Engelhorn, finalizado en 1988. Su arte se caracteriza por la predominancia de figuras geométricas alejándose de toda referencia concreta, lo cual ha hecho que su pintura mantenga una expresividad fría y esquemática de impacto decorativo basada en contraposiciones y contrastes. Su obra ha sido reconocida con el premio FAD de interiorismo, en 1961; el premio Miró, en 1973, el primer premio de la VI Bienal de Arte de Ibiza, en 1974; el premio Ramon Llull, en 2010 y el premio Xam de Arte Plástica. Desde 1958 reside en Ibiza, lejos de todas partes.

Erwin Bechtold

Renato Steinmeyer

[Alemania] Vive actualmente en Ibiza donde combina su trabajo de reportero con la pintura. Desde 1993 ha realizado varias exposiciones individuales y ha participado en diferentes colectivas a nivel local e internacional. Entre 1999 y el 2000 realizó el programa Inspiració Illenca en la Televisió d’Eivissa i Formentera, dedicado a artistas visuales residentes en Ibiza. Entre 2017 y 2018 publicó el espacio dominical "Hablemos de arte" en el Periódico de Ibiza y Formentera.

Renato Steinmeyer

Reinhard Huaman Mori
[Lima, 1979] Ha publicado los poemarios el Árbol (2007) y fragmentos de Fuego* (2010), así como la plaquette de poesía Ella (12 secuencias) Isabel Archer (2015). Sus poemas sueltos y dispersos aparecidos previamente en revistas, diarios y antologías han sido reunidos y publicados en el volumen titulado E·C·O·S (2019 / 2022). Fue director de la revista Ginebra Magnolia.

Actualmente, es el OJO muerto de esta revista.

Reinhard Huaman Mori

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